Los Brincos fueron la mejor respuesta que España pudo dar a los incontestables Beatles. Su repertorio combinaba brillantes temas de pop melódico (“Mejor”, “Tú me dijiste adiós”) con ejercicios de electrizante rock en inglés (“I Try To Find”), sin olvidar su beat desenfadado de innegables raíces ibéricas (“Pareces gitana”, “A mí con esas” o “Flamenco”, su primer gran hit). Italia, Francia, números uno encadenados… nada de esto pudo evitar que las tensiones internas se agravaran. Juan Pardo y Junior deciden abandonar. Los Brincos se disolvían. A finales del 66, todo el mundo pensaba que había llegado el final del conjunto. Todo el mundo menos Fernando Arbex.
Arbex, batería y fundador del grupo era, además de un excelente músico, un hombre especialmente dotado para los negocios y las relaciones públicas. Se asegura de retener al bajista original, el leal Manolo González, y rearma la formación con dos jovencísimas incorporaciones: Vicente Ramírez y Ricky Morales, este último hermano de Junior. Dos guitarristas perfectamente compenetrados, pues tocaban juntos en Los Shakers, una de las bandas más ruidosas y salvajes del Madrid de la época. En una jugada maestra, convence además a la discográfica Novola para que edite a los nuevos Brincos y también a Juan y Junior. Doble o nada, la única forma de que no sea otro quien recoja lo sembrado hasta ahora. Novola acepta el acuerdo y certifica así el apoyo del sello a la gran aspiración de Arbex: el asalto al mercado anglosajón.
Las Navidades de 1966, Los Brincos se dedican a componer y ensayar sin descanso. Fernando Arbex, asistido por Cheryl (su preciosa esposa británica), va tejiendo una interesante red de contactos en el Reino Unido. El plan no puede ser más ambicioso: grabar en los estudios Abbey Road con el respaldo de Geoff Emerick, el ingeniero de sonido de los Beatles, y triunfar en Inglaterra. Los Brincos viajan a Londres a mediados de Enero, se alojan en el mejor hotel de la ciudad (el Mayfair) e invitan a periodistas de todo el mundo a visitarlos en el estudio. Entre ellos está Jose María Íñigo, que narra para la prensa española algunos detalles del periplo. Doscientos kilos de exceso de equipaje, equipo de sonido valorado en un millón de pesetas, jornadas intensivas de doce horas en Abbey Road y, sobre todo, títulos de nuevos temas registrados en inglés (y algunos también en español). “Passport”, “So Good To Dance”, “Lola”, “Big Temptation” y dos números más que jamás han aparecido en la discografía de la banda: “Shalam” y “My Own Way” (¿Tal vez una versión en inglés de “Soy como quiero”?).
Son días de cenas, reuniones y apretones de manos. Acompaña a Fernando su mánager, Javier García de la Vega, director del programa de televisión “Escala en Hi-Fi”. El intento de fichar por Decca no fructifica. Previsible, si tenemos en cuenta que la casa de discos inglesa ya tiene en su catálogo a Los Bravos. En cambio, se cierra un ventajoso acuerdo con Dick James, dueño de los derechos editoriales de grandes figuras internacionales (Beatles, Hollies…). A través de James entran en contacto con un veterano personaje del negocio musical británico, curtido en mil batallas y famoso por haber sido mánager de los Kinks. Hablamos de Larry Page, que vivía una segunda juventud gracias al éxito de su nueva marca, la discográfica Page One. Larry Page escucha “Lola” y se enamora de Los Brincos.
Volvamos a España. Novola edita en Marzo un primer sencillo, “El Pasaporte”, un vigoroso tema en la línea de los Beatles de “I Feel Fine” y “Paperback Writer”, con el precioso bajo Guild color cereza de Manolo retumbando mientras la guitarra de Ricky aúlla con agresividad. Sonido “melenudo”, ideal para reorientar al grupo en una dirección distinta. Más potente, más actual. Tal vez, demasiado. Los medios españoles se muestran reticentes ante la nueva formación, se abre la veda y las comparaciones con Juan y Junior son constantes. Novola ha apostado fuerte y no tira la toalla: decide promocionar “So Good to Dance”, la cara B, y, en Abril, el disco entra en listas tímidamente. Mientras tanto, en Inglaterra se está preparando el cataclismo. Page One lanza “Lola”, secuestra a Los Brincos y se los lleva a Londres.
Quince de Mayo. Heathrow. Las autoridades inglesas no permiten entrar en el país a Los Brincos. Tan sólo Arbex pasa el control. Se habla de censura, se habla de Gibraltar. Días después consiguen cruzar la aduana y se encuentran con una nube de periodistas y fotógrafos. Durante la multitudinaria rueda de prensa en el aeropuerto, los chicos descubren que todo ha sido un montaje publicitario de Page. Pero da sus frutos. El astuto Larry Page es un mago de la promoción y Los Brincos colaboran encantados, con sus capas españolas, su “brincosis” y su tema estrella sonando en todas las radios piratas del país. “Lola”, henchida de trompetas mejicanas (tan populares en aquellos años gracias a los discos de Herb Alpert & the Tijuana Brass), con sus armonías angelicales y su letra en spanglish (“La otra noche, when I was dancing with Lola…”) resulta arrebatadoramente evocadora para un público inglés que sueña con sol y playa. Page los coloca en la portada del New Musical Express y hasta los pasea por Hyde Park subidos a lomos de un toro manso (no lo había de lidia) llamado Harold. Qué curioso, como Harold Wilson, el Prime Minister inglés. No parece coincidencia…
El plan de trabajo en Londres es frenético. Los chicos graban nuevas canciones en los estudios PYE de Marble Arch y también utilizan las instalaciones de los Olympic Studios para rematar los ¡dieciséis! temas originales que Page One ha solicitado. Callejean por Carnaby Street y son retratados por las cámaras del No-Do luciendo sus capas frente al Parlamento y Buckingham Palace. Graban cuatro programas de televisión; en uno de ellos coinciden con un jovencísimo David Bowie. En Juke Box Jury, el jurado alaba su disco y vaticina que llegará al Número 2. Contestan entrevistas y actúan en varias emisoras radiofónicas. Son requeridos para una sesión en directo en BBC Radio, donde interpretan “Lola” y dos nuevas canciones en inglés: la contagiosa “The Train” y “I Can’t Wait”, una composición de Ricky con guiños pre-psicodélicos al estilo de los Who que en español se llamará “Nunca Cambiarás”. Su sonido es mágico. Y muy profesional, despiertan admiración en toda Inglaterra. Se presentan en un par de salas de la ciudad y, como guinda al pastel, aparecen el 1 de Junio en Top of the Pops, el programa musical más importante del país. 1967, ¡Año Brincos en el Reino Unido!
De vuelta en España ven como “Lola” afianza su fama, llegando a convertirse en la canción del verano, en estrecha competencia con “La Caza” de sus amigos y rivales Juan y Junior. Larry Page visita Madrid para apoyar a sus chicos y, de paso, anunciar intercambio “cultural” entre Brincos (sin “Los” para los ingleses) y The Troggs, el grupo estrella de Page One. En otoño asistimos al lanzamiento de un nuevo sencillo, la gloriosa “Nadie te quiere ya”, emotiva y profunda, una canción triste e hipnótica que refleja la madurez compositiva de un Arbex en estado de gracia, a la altura de los mejores autores del género a nivel mundial. Sale en España en Noviembre, un mes después en UK como “Nobody Wants You Now”. “Lola” había sido un éxito muy menor en Inglaterra y este segundo intento tampoco cumple las expectativas comerciales de Page. Para complicar más la situación, los Who presentan una demanda por plagio en relación a “The Train”, que aparecía en la cara B del single británico. Las similitudes con “Substitute” eran evidentes y, aunque la demanda no prosperó, aquello minó el interés del sello por los españoles. Y el prometido álbum inglés de Los Brincos nunca vio la luz.
En casa, Los Brincos seguían siendo un grupo querido y popular. Llega 1968 y la banda edita otra canción producida durante las sesiones británicas, “Érase una vez”. En Abril se publica “Contrabando” un disco esencial que recoge muchos de los números de este fructífero periodo creativo, encapsulado en una preciosa carpeta al estilo Bonnie & Clyde, obra del inspirado realizador Iván Zulueta (que por sí mismo merecería otro artículo). Y hasta aquí llegan los últimos aromas londinenses de la aventura de Fernando Arbex y Los Brincos. Inolvidable. Edad de oro del pop español.