¿Por qué los beefeaters que custodian San Pedro del Vaticano son conocidos como «Guardia Suiza»? ¿Qué hay en ellos de guardia? ¿Qué queda en ellos de Suiza? Hay quien va a la Torre de Londres o al Palacio de Buckingham para ver el cambio de guardia como quien ve, qué sé yo, a los monos del zoo o a los miembros del consejo de ministras. Pero en Roma nadie va a ver esta Guardia ex profeso porque resulta del todo imprevisible. Uno se los encuentra por el Vaticano sin pretenderlo, andando, deambulando con paso corto, vista larga y buena leche. Los ve uno vigilando las dependencias del Santo Padre, así que cabe hoy preguntarse de dónde salen estos custodios de la Cristiandad.
UNA HISTORIA DE SERVICIO
Fue a principios del siglo XVI cuando el Papa Julio II solicitó a los soldados suizos, famosos por su nobleza y bravura, protección para la Iglesia. Inmersos el Papa y la Iglesia en un siglo de enfrentamientos donde la religión jugó un papel clave, los soldados de Suiza poseían una gran fama, que fue sobradamente demostrada en las guerras de la Borgoña, con las que ganaron cierta reputación. Se creó así en 1506 el servicio de la Guardia Suiza con 150 hombres procedentes del país centroeuropeo.
Poco tardaron en trabajar al servicio de la Iglesia. En 1527, Carlos V y sus tropas saquearon Roma y fue la Plaza de San Pedro el escenario de aquella batalla. Aquel 6 de mayo la Guardia Suiza, que llegó a pelear incluso en los pabellones internos de la Basílica, condujo al pontífice Clemente VII hasta el Castillo Sant’ Angelo, salvando así su vida. Desde entonces celebran las efemérides, en la que sólo sobrevivieron 42 soldados, con la incorporación de los nuevos custodios del Papa, en el Patio de San Dámaso del Palacio Apostólico del Vaticano.
UNA MISIÓN: DEFENDER AL PAPA
La historia de Clemente VII resume a la perfección la naturaleza del cuerpo: se trata de un ejército (¡el más pequeño del mundo!) que cuenta con entrenamientos, adiestramiento en el uso y manejo de armas, así como con la habilitación como guardaespaldas. El perfil que traza El Vaticano en su página web resume en cuatro las principales labores de la Guardia Suiza: el acompañamiento al Sumo Pontífice en sus viajes, la vigilancia de los accesos al Estado de la Ciudad del Vaticano, la protección del Colegio Cardenalicio durante la Sede Vacante y otros servicios «de orden y honor».
Al servicio del Papa, pues, soberano del Vaticano, la Guardia Suiza se estructura con un comandante, máxima autoridad militar del cuerpo, un vicecomandante, un capellán (teniente-coronel dentro del cuerpo), un oficial, tres capitanes y apenas una centena de alabarderos. Pueden verse, por ejemplo, en los cuatro portones del Vaticano (el Portón de Bronce, la Puerta de Santa Ana, el Arco de las Campanas y la Puerta del Santo Oficio). Quien ahora escribe esto estuvo en Roma los días que Benedicto XVI subió a los cielos y en la tristeza de sus rostros uno rápidamente comprendía la jerarquía del cuerpo: había fallecido su máxima autoridad.
ELEGANCIA POR BANDERA
Aquellos días iban los guardias especialmente elegantes. Y es que una de las características que más llama la atención del cuerpo vaticano es precisamente su uniforme, tan estiloso como antiguo. Si bien el actual uniforme fue esbozado en los primeros años del siglo XX por Jules Repond, inspirado en los frescos que Rafael plasmó en San Pedro del Vaticano, los colores de la vestimenta actual corresponden a los de la librea de la casa Della Rovere, casa de, mire usted por dónde, Julio II.
En pocos trazos, el uniforme se compone, por tanto, de un morrión con cresta, ornamentado con una pluma (blanca o roja, según el rango militar), las famosas calzas rematadas por una liga dorada que las sujeta a la rodilla, y cubiertas ellas por polainas. Estos alabarderos portan, claro está, alabardas –un arma del medievo similar a la lanza–, aunque poseen todo tipo de armamento. Pone el broche al uniforme el cinturón de los guardias, en cuya hebilla van grabadas las siglas GSP («Guardia Svizzera Pontificia»).
NO TODOS VALEN
Así que, si en este punto a usted le han entrado ganas de proteger al Papa y, por qué negarlo, llevar el uniforme militar más elegante del mundo, es primero necesario conocer alguna de las condiciones para ingresar en tan magno cuerpo. No todos valemos para ser guardianes del Pontífice pues uno de los requisitos físicos es el de medir, como poco, 1’74 metros. Es igualmente imprescindible tener entre 19 y 30 años, haber nacido en Suiza, ser católico y soltero, no tener antecedentes penales, tener el título de secundaria, el título de instrucción básica en las fuerzas armadas suizas y algún otro requisito de imposible cumplimiento.
Pienso ahora que acertó Julio II escogiendo a la Guardia Suiza para proteger a la Iglesia. Al fin y al cabo, el Papa quiso para sí lo que cualquier madre querría para su hija.