Skip to main content

En 1959 se inaugura en Torremolinos el Hotel Pez Espada, un lujoso establecimiento de cinco estrellas por el que pasarán figuras internacionales de la talla de Brigitte Bardot, Sean Connery o Ava Gardner y Frank Sinatra, convirtiendo el enclave en capital nacional del glamour y el turismo chic por delante de Benidorm, Ibiza o los resorts de la Costa Brava. En las calles de Torremolinos se mezclan tradición y vanguardia, lo local y lo cosmopolita, propiciando una escena de la que surgen Los Íberos, autores de algunas de las mejores canciones de pop español de los años sesenta.

La primera guitarra eléctrica que hubo en Málaga fue la Gibson Melody Maker de Enrique Lozano, un joven camarero que también actuaba con la “Orquesta Los Íberos”, interpretando boleros y chachachás para los turistas. Un agente británico, de vacaciones en la Costa del Sol, los ve y les ofrece viajar a Liverpool. Llegados a Inglaterra descubren que el club donde iban a tocar se ha incendiado y, por azar, acaban recalando en el Whisky a’ GoGo, en pleno Soho londinense. Durante varias semanas han de defender su repertorio melódico ante un público cegado por la explosión beat. Estamos en 1964 y la orquesta establece en Londres su cuartel general, fichando con un agente que les consigue contratos en la cadena de hoteles Hilton. También giran por Irlanda, además de ser requeridos para animar soirées en Austria, Suiza y Alemania con sus versiones italianas, sus uniformes de chaqueta corta y sus baladas románticas. Transcurridos más de dos años, enriquecido por la experiencia pero desencantado ante la falta de expectativas, Enrique Lozano decide volver a casa y empezar de cero.

Enrique Lozano ensayando con su Gibson

En 1966 Torremolinos era una fiesta. La jet-set del Pez Espada se mezclaba con adolescentes locales y proto-hippies europeos de camino a Marruecos mientras las turistas suecas paseaban sus bikinis por la calle San Miguel o bailaban en los numerosos clubs nocturnos del Pasaje Pizarro, donde bandas como Los Continentales, Los Shakers o Los Tomcats descargaban sus versiones de los Beatles y los Hollies. Un nutrido contingente de homosexuales ingleses elige la zona como destino, hastiados de las todavía restrictivas leyes británicas. Sol, playa, vino, toros, flamenco, beat, chicos in y escandinavas. Algunos incluso recuerdan ver a John Lennon y su mánager Brian Epstein sentados en una terraza, admirando el desfile de la “fauna local”.

Lozano no tarda en formar un nuevo grupo con los mejores músicos disponibles. Recluta a Diego Cascado, batería de Los Buitres. También al guitarrista Adolfo Rodríguez, que había aterrizado en la Costa con Los Boeing, de Madrid. Y para el bajo ficha a Cristóbal de Haro, recién llegado de Almería. Imagen impactante, un repertorio plagado de éxitos pop y ensayos intensivos. El plan estaba claro: mejorar, volver al Reino Unido y triunfar internacionalmente. Tras actuar sin descanso en el Top Ten del Pasaje Pizarro, los nuevos Íberos dirigen sus pasos hacia Madrid, con la idea de que la capital sea su trampolín para saltar hasta Inglaterra.

En Madrid se convierten en el grupo residente del club Nicas, en Avenida de América. La fortuna hace que un productor de televisión presencie su show y los fiche para cantar cada semana en “Escala en HiFi”. Interpretar éxitos internacionales y aparecer durante doce domingos consecutivos en un programa de máxima audiencia les abre todas las puertas que hasta entonces permanecían cerradas. A la popularidad conseguida hay que añadir varias ofertas de sellos discográficos, que ellos rechazan: su objetivo sigue siendo Londres. Hasta que el éxito clamoroso de su actuación en la sala Caravelle, teloneando a Los Bravos cuando “Black is Black” estaba en la cúspide, acaba con la resistencia de los ejecutivos del sello Columbia, que por fin se avienen a aceptar la exigencia del grupo de registrar sus canciones en un estudio de Inglaterra.

Y se organiza la expedición. Chappell Studios, con Mike Vickers, ex componente de Manfred Mann, como arreglista y director musical. El dúo de compositores formado por Wayne Bickerton y Tony Waddington son los encargados de escribir algunos temas para la banda. Ambos son músicos solventes, antiguos miembros del Pete Best Combo (el grupo que formó el primer batería de los Beatles tras su expulsión) y su prestigio es conocido en todo Londres. En estas sesiones, dirigidas por el propio Bickerton, se registran seis canciones, a cada cual más sorprendente. El número estrella es “Summertime Girl”, un delicioso medio tiempo de melodía arrebatadora, con un bonito arreglo de metales y ambientación californiana. Una de esas canciones evocadoras que te transportan directamente a un lugar y una época, familiar y remota a la vez. En esta misma sesión se graban dos temas compuestos años atrás por Enrique Lozano. Si “Corto y ancho” respira desparpajo e individualismo, sonando inglés y castizo al mismo tiempo, lo de “Las tres de la noche” ya es de matrícula de honor: una preciosa balada facturada en compás de vals, con acompañamiento de música de cámara e interpretación pop, lo que la sitúa en un territorio cercano al “Penny Lane” de los Beatles o “Lady Jane” de los Rolling Stones. Y, para rizar el rizo, la letra proviene de un soneto de Lope de Vega. Pop barroco de vanguardia, Los Íberos rompían moldes.

El ambicioso lanzamiento de “Summertime Girl”, single que se edita a la vez en Reino Unido, Francia, Italia, Bélgica y España, ilusiona a todo el entorno de la banda. Para la cara B se elige una joya de pop psicodélico titulada “Hiding Behind My Smile”, un rotundo ejercicio de beat para las discotecas que complementa a la perfección este sencillo de proyección internacional. Pero la poca repercusión del disco en Europa hace que el grupo concentre sus esfuerzos en España, a donde regresan para girar y aparecer de manera incesante en televisión y radio hasta convertirse en uno de los conjuntos más populares de 1968 en nuestro país.

En Discos Columbia no tiran la toalla y un nuevo intento lleva a Enrique y Adolfo hasta Londres, para grabar otras seis canciones bajo las órdenes de Ivor Raymonde, productor del “Black is Black” de Los Bravos y de importantes artistas ingleses. El tándem Bickerton/Waddington vuelve a surtir al grupo de preciosos temas entre los que destacan la maravillosa “Fantastic Girl” o los ecos soul de la pegadiza “Back in Time”. Los Íberos graban además un número titulado “Liar, Liar”, transformando esta pequeña joya de garaje americano (original de The Castaways) en un rompepistas que todavía hoy suena habitualmente en las fiestas mod más selectas de todo el continente. Tan populares se convierten Los Íberos que su sello lanza un álbum recopilatorio y hasta son requeridos para participar en dos películas inolvidables: Un, Dos, Tres… Al escondite inglés del genial Iván Zulueta y la rompedora Topical Spanish, donde se erigen en protagonistas de este film dirigido por el talentoso fotógrafo catalán Ramón Masats, sobre un guión de un no menos inspirado Chumy Chúmez.

Tras algunos cambios de formación, a finales de la década Enrique Lozano debe abandonar la música, lastrado por serios problemas físicos. Adolfo mantiene viva la banda durante tres singles más hasta que Los Íberos se disuelven en el 73 y él se refugia en un nuevo proyecto: Cánovas, Adolfo, Rodrigo y Guzmán.

No cabe duda, su potencial era enorme y merecieron mejor suerte. Pero nos dejaron sus canciones, el sonido luminoso del verano en la Costa del Sol.