La batalla naval de Trafalgar se libró el 21 de octubre de 1805 frente al cabo homónimo, 20 millas al sur de la costa suroeste de España, en el Golfo de Cádiz. Allí, 33 buques de guerra de la alianza franco-española (15 españoles y 18 franceses) se enfrentaron a 27 naves británicas terminando con la victoria de estos últimos, pero también con una gran pérdida para ellos: la muerte su almirante Horacio Nelson.
Todo comenzó a finales de septiembre de 1805, cuando el almirante francés Pierre De Villeneuve recibió la orden de salir con la flota franco-española de Cádiz. Se supone que la debía llevar a la fuerza embarcada al sur de Italia, concretamente a Nápoles, pero la flota inglesa se lo impidió.
El enfrentamiento decisivo se produjo pasadas las 11 de la mañana del 21 de octubre de 1805. Cuando avistó la flota franco-española, Nelson, ordenó el inicio de una encarnizada batalla donde fallecerán más de 3000 franceses y españoles, además de miles de prisioneros y heridos (más de 2500). Inglaterra por su parte, perdió a 450 hombres y 1250 heridos, según las cifras difundidas de la batalla.
Consecuencias de la derrota
La victoria inglesa salvó a las islas de una posible incursión francesa, ya que el plan de Napoleón para la invasión de Gran Bretaña estaba muy avanzado por esas fechas. Posiblemente esa fuera la principal de las consecuencias. Además, Trafalgar, convirtió a los ingleses en la fuerza naval suprema en los océanos. Desde aquella victoria ninguna otra armada intentó invadir el país por mar.
Otra de las consecuencias, negada muchas veces por historiadores franceses, es que cuando Napoleón se entera de la derrota, la cual le llega a través de un despacho de su ministro de Marina (el almirante Decrès) el 28 de noviembre, el emperador abandonó el interés por su armada y se centró en las campañas continentales. Algo que daría sentido a una frase que escribirá en Santa Elena:
«Yo mismo tiré el mango del hacha después del desastre de Trafalgar. No podría estar en todas partes. Tenía demasiado que atender con los ejércitos del continente.»
España, por su parte, perdió buena parte de sus recursos navales en la Batalla de Trafalgar. Algo que desequilibró el control del gobierno central sobre los territorios ultramarinos y también descontroló el entorno del Estrecho, ya de por sí castigado por la ocupación británica de Gibraltar el siglo anterior.
Mandos españoles en la batalla de Trafalgar
Una derrota no tiene que opacar acciones heroicas, y bien es cierto que el desastroso mando de Villeneuve obligó a muchos de los mandos españoles a combatir en inferioridad numérica en más de una ocasión y a realizar acciones temerarias para auxiliar a sus compañeros, en la medida de lo posible.
Estos son algunos de los hombres que aquel día estuvieron a cargo de las unidades españolas. A través de ellos podemos conocer lo que ocurrió con sus buques, y citándolos horanmos su memoria:
Cayetano de Valdés y Flórez (comandante del Neptuno)
Valdés estaba en la retaguardia de la formación de batalla, a cargo del francés Dumanoir. Tras varias horas de combate acudió en auxilio del Bucentaure (buque de Villeneuve) y del Santísima Trinidad, ya muy dañado. Todo esto mientras la escuadra de Dumanoir viraba para escapar hacia Cádiz dejándolos abandonados a su suerte.
Valdés sufrió 117 heridas de metralla en combate, pero se mantuvo en su puesto hasta que perdió el conocimiento. No pudo hacer mucho por el Santísima Trinidad y, rodeado, su tripulación del Neptuno también capituló. Pese a todo, el buque pudo ser represado por una flota aliada que volvió a salir de Cádiz, pero terminó siendo arrastrado contra la orilla hundiéndose cerca del castillo de Santa Catalina. Valdés y gran parte de la tripulación sobrevivieron.
Enrique MacDonell (comandante del Rayo)
Este pontevedrés descendiente de irlandeses estaba a cargo de la unidad más vieja de la escuadra. Tenía muchísima experiencia en combates navales, puesto que había dedicado gran parte de su carrera al corso, pero el Rayo no respondía tan bien como hubiera querido.
Su buque apenas entró en combate, pero dedicó las horas posteriores al combate a rescatar a todos los náufragos que pudo y a remolcar los desafortunados restos que quedaban a flote a pesar del mal tiempo que se desató hasta que el Rayo embarrancó en Arenas Gordas.
Luis de Flores (comandante del San Francisco de Asís)
Su navío de 74 cañones fue poco dañado en la contienda, pudiendo regresar a Cádiz. Tras repararse alguna de sus averías salió de nuevo a la mar para tratar de rescatar algunos de los buques apresados por los ingleses logrando represar el Santa Ana y el Neptuno, pero termina hundido debido al mal tiempo embarrancando cerca del Puerto de Santa María.
Felipe Jado Cajigal (comandante del San Agustín)
Estuvo a cargo de una de las unidades más activas de la batalla, siendo el primer buque que abrió fuego contra el Victory de Nelson. Llegó a estar rodeado por cinco buques enemigos que lo desarbolaron y aniquilaron a prácticamente la totalidad de su dotación.
Tras tres abordajes, los ingleses logran tomar el castillo, pero Cajigal, defendiendo la toldilla impedía que fuera arriado el pabellón español. Debido al estado del buque y a la tenaz resistencia del comandante junto al puñado de hombres que quedaron, todos dispuestos a morir, los ingleses accedieron a una tregua: permitirían que el San Agustín se hundiese con el pabellón español izado.
Tras haber trasladado a los supervivientes del San Agustín como prisioneros, los ingleses prendieron fuego a los restos a flote del San Agustín para cumplir con el pacto con su comandante, y que su barco se hundiera por completo.
Baltasar Hidalgo de Cisneros (Jefe de Escuadra, a bordo del Santísima Trinidad)
El que luego será el último Virrey del Río de la Plata, será capturado herido a bordo del Trinidad. En la batalla se le llegó a caer uno de los palos del barco encima, provocándole cierto grado de sordera. Fue capturado por los ingleses y llevado a Gibraltar.
Francisco de Uriarte y Borja (comandante del Santísima Trinidad)
Uriarte estaba a cargo del buque que el cronista Benito Pérez Galdós apodó el “Escorial de los mares”, tenía una difícil tarea. A pesar de sus 140 bocas de fuego, se quedó vendido cuando el almirante Villeneuve ordenó virar hacia el norte, quedando sus líneas abiertas a merced del Victory.
Tras un duro combate se logró capturar a este enorme buque y apresar a su comandante (herido) y al resto de supervivientes. Desarbolado y con numerosos muertos fue remolcado a Gibraltar, aunque no llegó a puerto perdiéndose con la tormenta.
Sus crónicas sobre lo acaecido en la batalla son estremecedoras y testigo de primera mano de esta encarnizada batalla. En ellas escribió:
«El Trinidad se mantuvo en defensa desesperada, hasta quedar arrasado de todos sus palos, cubierto de destrozos de ellos y de los de las vergas, masteleros, jarcia y velas, a más de haberse agotado la munición y muerta o herida más de la mitad de la tripulación.»
Miguel Gastón (comandante del San Justo)
El San Justo fue otro de los buques que no pudo ejecutar bien la maniobra ordenada por Villeneuve. Cuando pudo recuperar el control del buque se dirigió en auxilio del Príncipe de Asturias, buque insignia de Federico Gravina, junto al francés Neptune, logrando liberarlo y escoltarlo de vuelta a la bahía.
José Quevedo y Cheza (comandante del San Leandro)
Su buque, el más pequeño de la escuadra (48m de eslora), estuvo en el centro de la escuadra entre el Reodutable y el Neptune, recibiendo órdenes directas de Villeneuve. Aunque quedó rezagado, fue alcanzado por fuego enemigo quedando muy dañada su arboladura por lo que apenas pudo combatir. Acompañó a Gravina en retirada hacia Cádiz tras serle imposible rescatar el Príncipe de Asturias, desde el cual solicitaron su remolque.
Ignacio M. de Álava y Navarrete (Segundo Jefe de Escuadra, a bordo del Santa Ana)
Estaba encargado del mando en vanguardia, no obstante, la famosa orden de viraje de Villeneuve lo convirtió en retaguardia, quedando a su popa la escuadra de Gravina que pasó a estar en extrema vanguardia. Recibió varias heridas graves durante el combate, quedando inconsciente.
José Ramón de Gardoqui y Jaraveitia (comandante del Santa Ana)
El Santa Ana se enfrentó contra los navíos Royal Sovereign del que recibiría una dañina descarga por su popa, pero al que dejó también muy dañado obligándole a retirarse remolcado a Gibraltar. Luego se enfrentará al Belleisle, segundo de la columna de Collingwood del que recibió numerosos cañonazos demasiado bien ajustados, aunque también terminará destrozado gracias a la artillería del Santa Ana, el San Justo y el San Leandro, además de las barridas de dos navíos franceses; aunque el Belleisle quedaría despedazado por las baterías del Príncipe de Asturias de Gravina.
El Segundo Jefe de Escuadra y el propio comandante, expuestos en cubierta, recibieron heridas de gravedad en este último ataque con lo que el mando del buque cayó sobre el segundo de a bordo: Riquelme.
Francisco Riquelme (Segundo comandante del Santa Ana)
Asumió el mando de un Santa Ana muy dañado y con bastantes muertos (terminó con 97 fallecidos), aguantando más de dos horas de combate hasta que fue apresado por los ingleses. No obstante, el Santa Ana, fue uno de los buques que pudo ser represado por la flota de auxilio que salió de Cádiz. Como mando interino tuvo que elevar el parte del estado de la unidad escribiendo, ya en puerto:
«Se halla desarbolado de los cuatro palos, con la popa desguazada, destrozas en algunas partes sus costados (…)»
Teodoro de Argumosa (comandante del Monarca)
El Monarca abrió fuego contra el Royal Sovereing pero fue rápidamente rodeado por 3 buques enemigos, el que más daño le hizo sería el Tonnant. El buque se rindió tras ser su comandante herido de gravedad, ante la imposibilidad de poder seguir combatiendo en esa inferioridad y pensando en el porvenir de sus marineros, que podrían haber muerto en vano. Los supervivientes, incluido Argumosa, fueron capturados por los ingleses y llevados a Gibraltar.
Dionisio Alcalá Galiano (comandante del Bahama)
Una de las grandes pérdidas de la batalla, puesto que murió en combate a bordo de su buque. El Bahama se batió contra dos y tres navíos enemigos a la vez, como la mayoría de unidades envueltas en el combate.
Francisco Alcedo y Bustamante (comandante del Montañés)
El Montañés fue regalado por el pueblo cántabro para la escuadra real y un cántabro es asignado como su comandante: Alcedo y Bustamante. En la línea de combate de Trafalgar se incorpora en la división de Gravina, la más descolgada en la batalla y la que sufre el mayor envite del enemigo.
Alcedo fallece al ser alcanzado por una bala de cañón en combate mientras ordenaba abarloarse al navío de tres puentes que le hostigaba, para poder abordarlo, a pesar de ser de mayor tamaño. Le relevó en el mando el teniente de navío Gutiérrez de Ruvalcaba, que luego participará con esta unidad en el rescate del Santa Ana y el Neptuno.
Antonio Pareja (comandante del Argonauta)
Pareja era un veterano que había participado en numerosas acciones bélicas en Europa y en el Norte de África. Estaba a cargo del Argonauta, también en la división de Gravina. Tuvo 60 muertos y 148 heridos al enfrentarse con el navío inglés Ajax, se fue a pique durante su remolque de captura siendo los supervivientes españoles trasladados a Algeciras, incluido Pareja.
José de Vargas (comandante del San Ildefonso)
Aunque el Ildefonso era uno de los buques de mejor maniobrabilidad de la escuadra, eso no evitó su captura por el inglés Defense, que se incorporó horas después, “fresco”, a su costado.
Vargas fue herido durante las primeras refriegas contra dos buques ingleses, por una astilla en su brazo izquierdo, siendo trasladado a la enfermería dejando el buque a cargo de su segundo, Anselmo Comendio. A pesar de haberle dado órdenes estrictas para el combate, su incomparecencia le impidió manejar la situación con firmeza y el buque, desarbolado, terminó arriando bandera cuando el Defense se incorporó a la zona de combate.
Los británicos rebautizaron este buque como HMS Ildefonso y su bandera de combate, de 145 m2, fue expuesta en la Catedral de San Pablo durante el funeral del Almirante Nelson el 9 de enero de 1806. Esa bandera capturada se expone en los Museos Reales de Greenwich.
Federico Gravina (Jefe de Escuadra de Observación, a bordo del Príncipe de Asturias)
Fue, junto a Churruca y Cisneros, uno de los que manifestaron su oposición a salir de Cádiz debido a los vientos y al temporal que arreciaba. Era uno de los mejores marinos de la escuadra, pero Villeneuve le impidió llevar a cabo ningún tipo de mando por su cuenta. Muchos historiadores han debatido sobre lo diferente que hubiera sido la historia si Gravina hubiese estado al mando de la escuadra en Trafalgar.
Federico Gravina resultó herido en combate, una herida que le hará perder el brazo y, meses más tardes, le terminará matando.
Ángel Rafael de Hore y Dávila (comandante del Príncipe de Asturias)
Estaba a cargo del buque insignia de la división de Observación de Gravina, como venimos comentando, la más castigada por el enemigo. Su barco tenía 118 piezas de artillería de diferente calibre destacando en el combate y sorprendiendo su buena maniobrabilidad. No obstante, tuvo 50 muertos y 110 heridos, pero pudo regresar a Cádiz gracias al apoyo de otros buques como el San Justo.
Antonio de Escaño (Mayor General de la Escuadra, a bordo del Príncipe de Asturias)
A finales de 1804, Escaño, estaba destinado en Ferrol como comandante principal de los Tercios Navales. En Trafalgar llevará también el peso del adiestramiento de los hombres, en la medida de lo posible, con gente muy inexperta, como bien dice el propio Escaño: «Tanto de mar como de guerra». En su parte del ataque al Príncipe de Asturias narra cómo el buque es atacado por dos enemigos a la vez, por ambos costados, aunque estos quedan destrozados por el fuego del Príncipe, pero son rápidamente reemplazados por otros dos que ocupan su lugar y continúan el fuego.
Será el encargado de comunicar al Rey el resultado de la batalla, debido al estado de Gravina. Según la Gaceta de Madrid, donde se publicarán algunas de sus palabras con respecto a la batalla:
«Estamos firmemente convencidos de que nada nos quedó por hacer; y que, en consecuencia, se salvó el honor»
De Gravina también se dice que heredó su bastón de mando, el cual se lo entregó por ser Escaño el encargado de mandar la escuadra que salió tras Trafalgar para recuperar a los navíos capturados, salvando 9 buques.
Cosme Damián Churruca (comandante del San Juan Nepomuceno)
El legendario comandante del San Juan, permaneció en el puente de su buque hasta que murió desangrado, pues una bala de cañón le había cercenado la pierna durante el combate.
Como bien narran las crónicas de la batalla, fueron cinco los navíos ingleses que cayeron a la vez sobre el San Juan alrededor de las 12:30 de aquel aciago día. Dos lo batían por su babor, otro por la proa, otro por popa y el quinto por estribor; a todos les hizo fuego el San Juan, sin que hubiera silencio entre baterías y descargas de fusilería. A estos cinco enemigos se le unirá un sexto, estando el San Juan, en los momentos finales batiéndose contra cinco navíos ingleses.
Churruca, que dirigía el combate desde la toldilla, solamente tenía en mente el evitar un abordaje y ponía todo su empeño en desviar al enemigo de sus intenciones. El San Juan cayó tras la muerte de su comandante, que había ordenado clavar la bandera en el mástil.
El San Juan fue remolcado a Gibraltar y utilizado como buque pontonero. Se dice que la cámara del comandante tenía una placa donde se leía el nombre de Churruca y se pedía al visitante descubrirse como muestra de respeto por este valiente enemigo que murió defendiendo su buque de 74 cañones de la Armada Española.