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Se ha hablado mucho últimamente del doctor Balmis, por haberse bautizado con su nombre el dispositivo militar contra el coronavirus. Parece que emplear el recuerdo de héroes y gestas del pasado inspira el desempeño de las más sacrificadas operaciones.

Esto es así hoy y era así también en tiempos de la expedición Balmis, que cruzó los océanos a bordo del navío María Pita.

Cualquiera en La Coruña sabría darnos razones de quién fue María Pita. Pero ¿y en el resto de España? La pregunta es pertinente. Todos hemos estudiado en el colegio el fracaso de la Gran Armada con la que Felipe II trató de invadir Inglaterra en 1588. Pero que levante la mano quien haya oído explicar entre las cuatro paredes de un aula el fiasco de la respuesta inglesa, la Contraarmada, solo un año después, en 1589.

El objetivo de la Contraarmada era hacerse con las rutas de indias, un golpe fatal para el imperio. Inglaterra no escatimó en gastos, pero cometió un error: creerse su propaganda y subestimar al enemigo. España no era ninguna potencia cansada.

La prueba es que la Contraarmada del pirata Drake fracasó en todas las etapas de su plan, con particular estruendo en La Coruña. Allí, una joven se destacó en la defensa de sus murallas, haciendo huir al enemigo. Era María Pita.

¿Derrotó ella sola a una formidable fuerza de 146 barcos, 4.000 marineros, 20.000 soldados y 1.500 oficiales? Por supuesto que no. Pero sí simbolizó, cuando todo parecía perdido, la resistencia al invasor con una voz de mando: quien tenga honra, que me siga.

Recordemos a María Pita cada vez que tengamos la tentación de pensar que la de España es una historia que siempre acaba mal.