Skip to main content

Yo no iría a ver Los tres mosqueteros: D´Artagnan (Martin Bourboulon, 2023), pero ya fui. La culpa la tiene el hijo de Juan Varo. Éste (el padre) es uno de los grandes aforistas españoles vivos, y su hijo podrá ser –si quiere– un comercial infalible. Al salir del cine, por lo visto dijo: «En el siglo XVII ya estaba inventado todo lo que mola». Así, con ese slogan, ¿cómo no iba a ir yo al cine, llevando a mis hijos también?

No vengo a negar el juicio del pequeño Varo, en absoluto. La película es pésima, pero el siglo XVII no tiene la culpa. La culpa es de nuestro tiempo. La cámara se empeña en echarse encima de las escenas de acción, creando un efecto lupa bastante mareante. La esgrima se convierte en una pelea de barro, jadeos, golpes bajos y estética gore. Para eso, mejor un hacha. Hay un regusto en la violencia como de serie Vikingos, pero peor filmada.

Un siglo XVII realista

Paralelamente, se observa un regodeo en la suciedad de los personajes y del ambiente. Alguien podría decirnos que en el molón siglo XVII el personal iba así de guarro, salvo en la corte. No es eso, no es eso. Porque incluso aunque estuviesen de barro hasta las orejas, como lo estaban todos, ellos no lo percibían así. En nuestro higiénico siglo, nos percatamos de la suciedad que entonces les parecería invisible a todos los personajes y que, sin lugar a dudas, Dumas no quería retratarnos. Carlos Bousoño, en su Teoría de la expresión poética, nos explica muy bien que las obras artísticas funcionan según criterios de percepción relativos a su propio sistema. Por ejemplo, que siendo las palabras castellanas mucho más largas que los monosílabos ingleses, con palabras trisílabas se puede dar la misma sensación de brevedad que en un verso de monosílabos de Shakespeare. La suciedad de la película de Bourboulon no nos traslada al siglo XVII con realismo. Nos deja allí como si fuésemos recién llegados de nuestro siglo en una máquina del tiempo.

Los guionistas también han viajado en la máquina del tiempo (para aprovechar los gastos, como en BlaBlaCar) y han colocado unos toques woke muy contemporáneos. A Porthos lo hacen bisexual, ea. Se resiente la verosimilitud, ésa que tanto les importaba en lo referente al barro; y la fidelidad a la novela, que arrastran también por el barro. Porthos era el personaje favorito de Alejandro Dumas y para retratarlo se inspiró en su padre, nada menos. Aramis, por su parte, está bastante raro y maquillado ostentosamente.

Son detalles particulares. Lo general es que los personajes no logran emocionarnos. Mi hija Carmen me llamó la atención sobre lo poco simpáticos que son todos. Los únicos que ella salva son el conde de La Fère, a pesar de que lo hacen hugonote, y a Luis XIII. Habrá quien se sonría al ver las elecciones de mi hija, creyéndolas fruto de su acendrado legitimismo. Que lo tiene, pero la observación responde a un finísimo instinto crítico. No se salva ni Ana de Austria, ay.

¿Demasiado moderna?

Viendo Estos tres mosqueteros se aprende a admirar dos series de rebote. Primero, Juego de tronos porque tuvo la decencia de no poner sus sucias manos sobre nuestros clásicos y no machacar ninguna obra previa. Defendió su cosmovisión relativista y comercial (que luego evolucionó) a cara descubierta, a pulso narrativo propio, creando un mundo sórdido, pero suyo. Y también, con perdón, se admira a Los anillos de poder por mantener el espíritu de Tolkien en sus líneas esenciales, aunque incurriese luego en sus meandros narrativos más endebles.

Por supuesto, se pueden salvar algunas cosas de Los tres mosqueteros. «Hay algo noble en todas las espadas», que dijo Julio Martínez Mesanza. Parafraseando a Borges, que, cuando salió de una pésima interpretación de Macbeth en Nueva York, dictaminó: «A pesar de todo, Borges se ha abierto camino», reconozcamos que una pizca del siglo XVII y de Dumas ha encontrado un resquicio.  A la salida, mi hijo Enrique dictaminó antes de que yo dijese nada: «Demasiado moderna, pero me ha gustado». ¿Todo lo contrario del hijo de Juan Varo? En absoluto. A mi hijo le ha gustado por lo que perdura del siglo XVII (y del XIX), que es lo que, en efecto, mola. Los niños estarían muy de acuerdo entre ellos y yo con ellos. Y a los tres nos gustaría mucho más la versión de George Sidney de 1948. Yo incluso prefiero D’Artacan y los tres mosqueperros, si me pusieran en el brete de escoger entre los dibujitos animados y esto que ha hecho Bourboulon.