‘Ponga un tigre en su cama’. Pero no un macho alfa, ojo. Que los tiempos han cambiado mucho desde que Luisa María Linares escribió esta novela en los años 40. A peor. Y no solo en cuestión de hombres. En realidad, me atrevo a afirmar categóricamente que ‘Ponga un tigre en su cama’ no es un libro de consejos para llevarse a un maromo al catre. Y eso que no lo he leído -aún-. Pero para una lectora como yo, poco entusiasta de ‘Cincuenta sombras de Grey’ y similares, la pasión por esta autora se acrecienta al tratarse sus obras de novelas de AMOR. Como ya dije una vez, nunca pasan de los besos. Y a mí, eso, me encanta. Pero no me dirán que lo del tigre no es evocador.
Lo poco que sabemos de Linares
De Linares se sabe poco. Que nació en 1915 y era hija y hermana de escritores. Su padre era el dramaturgo y periodista Luis Linares Becerra, que murió muy joven (con 44 años). Curiosamente usó alguna vez el seudónimo de María Luisa Linares, al contrario del nombre de la menor y más conocida de sus hijas. La hermana de nuestra protagonista era la también autora de novelas rosas -término que Linares odiaba- Concha Linares-Becerra.
Luisa María no escribía de oídas. Vivió un amor corto pero intenso con el oficial de la marina Antonio Carbó y Ortiz-Repiso, siete años mayor que ella y al que conoció cuando era una colegiala de 15. Se casaron tres años después (en 1933) y él fue asesinado en agosto de 1936 (imaginen por quién) a bordo del destructor Almirante Valdés, dejando una viuda de 20 años y dos hijas muy pequeñas. A su «adorado marido, muerto por España» le dedicó la autora el primer libro que escribió, que no el primero en ver la luz. Se trataba de ‘Mi enemigo y yo’, donde cuenta la historia de dos hermanas que se enamoran del mismo hombre, el novelista Mauricio de Viera, quien acaba casado con una de ellas y convertido en el «as de los trimotores», o sea, héroe de guerra del bando nacional. Esto, unido a la cantidad de aviadores que aparecen a lo largo de los 32 libros de Luisa María Linares (la mayoría novelas largas, aunque algunos están compuestos de relatos cortos), me llevó a creer erróneamente durante mucho tiempo que su marido habría sido piloto. Por cierto, que nunca se volvió a casar.
Desde que descubrí su colección de libros siendo adolescente siempre creí que la escritora y yo habríamos sido muy buenas amigas. De no ser por el detalle de que ella murió en 1986 (en Estoril) y yo nací en 1987. Aunque se saben pocas cosas de su vida, creo que yo conozco bastantes sobre ella a fuerza de leerla y releerla con muchísima atención. Por ejemplo, que le gustaba el mismo Madrid que a mí. Los cines y teatros de la Gran Vía, el barrio de Chamberí… Que sabía divertirse (por cómo recrea las fiestas tras los estrenos musicales o teatrales de algunos personajes de sus obras). O que tenía muy buen gusto para vestir, al leer las descripciones de los atuendos de muchas de sus protagonistas -gracias a ella desde muy pequeña sé que las pelirrojas están más guapas con esmeraldas… y el resto, y esto ya es cosecha mía, también-.
Con mujeres fuertes y femeninas, y sin «hombres deconstruidos»
Mi favorita entre todas ellas, Diana Carlier, comienza ‘Escuela para nuevos ricos’ arruinada, pero cenando en un restaurante a las afueras de Madrid donde conoce al amor de su vida, con un vestido ámbar y sandalias doradas. Ahora nos tenemos que conformar con Irene Montero, que cuando se quiere poner apañada aparece en las revistas con cuñas y un vestido nude… ¡plisado! Pero claro, ni Luisa María Linares ni alguien como Diana hubiesen llegado nunca a ministras de Igualdad.
Y es que las mujeres fuertes y femeninas parece que con estas lideresas que padecemos están en peligro de extinción. Muchas se echarían hoy las manos a la cabeza al conocer a una luchadora como Luisa María Linares, que en vez de llorar y pedir una subvención sacó adelante a sus dos hijas con su trabajo (con el dinero de su primer contrato literario compró los zapatos con los que aprendió a andar la mayor). O al leer las historias de los personajes femeninos que ella ideó, capaces lo mismo de sacar la polvera para retocarse «la toilette» cuando nadie mira, como de cruzar el Atlántico de polizón o convertirse en exitosas y aplicadas abogadas para ayudar a una madre en apuros.
Tampoco sus protagonistas masculinos gustarían hoy a esos «hombres deconstruidos» que se pasean por ahí con moño y llamándose feministas. En los 32 libros de Linares encontramos empresarios teatrales, magnates del petróleo, dueños de tabacaleras, marineros, diplomáticos, escritores… y hasta algún torero. Yo le tengo especial cariño a Nick, ladrón de guante blanco que aparece en ‘Socios para la aventura’, que no se lleva a la chica, pero la acompaña hasta las últimas consecuencias. Y con eso no me refiero a la muerte sino a los brazos del hombre del que ella está enamorada. Un tío como debe ser, de los que algunos intentan hacernos creer que ya quedan pocos.
Una mujer para la historia de nuestra literatura
Los libros de Luisa María Linares se publicaron con la editorial catalana Juventud, que todavía existe. No es difícil encontrar algunos por Internet, pero sí toda la colección. Yo la completé a lo largo de muchos años de visitar la Feria del Libro Antiguo. Sin preguntar nunca a ningún librero por lo que buscaba para poder trastear un rato en cada caseta hasta tener a veces la suerte de ver entre montañas de papeles con olor a viejo los lomos blancos con la tipografía de colores característica de estas novelas. Viendo que algunos títulos de los que quedan pocas unidades se venden hasta por 300 dólares, estoy en disposición de decir que poseo una pequeña fortuna -aunque puedo prometer y prometo que mis ‘luisamarías’ se quedarán conmigo para siempre.
Muchas de estas obras fueron llevadas al cine en los años 40, 50 y 60. También son complicadas -casi imposibles- de conseguir esas películas, pero a raíz de un hilo publicado en Twitter me han enviado recientemente dos. Las estoy guardando para mis próximas vacaciones, al igual que los últimos dos libros que aún no he leído de la autora. El ya mencionado ‘Ponga un tigre en su cama’ y ‘La calle desconocida’. En el caso de los libros ya los tengo hace años y no espero unos días de descanso, sino que me resisto a leerlos porque no aguanto la pena de saber que ya nunca leeré algo que me resulte inédito de mi escritora favorita. Llámenme sentimental si quieren, porque lo soy. Prometo contar en el futuro algo más a los lectores de esta mujer para la historia de nuestra literatura del siglo XX, que fue traducida al portugués, francés, alemán e italiano y que todavía es muy leída por las generaciones jóvenes en Hispanoamérica.