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Cada último lunes de mayo es el Día de los Caídos en los Estados Unidos. El llamado Memorial Day es un Día de Todos los Santos castrense, un día de todos los héroes, conmemorado con celo en los cementerios militares del país y en los veintiséis repartidos por el mundo, desde Normandía hasta Filipinas. Celebrado con actos, discursos y desfiles allá donde reposa un soldado estadounidense.

La tradición comenzó tres años después de la Guerra Civil, el 5 de mayo de 1868, cuando el jefe de un grupo de veteranos de la Unión, el Gran Ejército de la República, estableció el entonces nombrado Día de la Decoración como una fecha para limpiar y engalanar las sepulturas de los caídos en el enfrentamiento que más vidas estadounidenses ha segado hasta la fecha. Ese mismo año, la primera declaración oficial del Día de los Caídos como jornada de conmemoración fue realizada por el general John A. Logan. Por aquel entonces, se decretó que el día en que se celebraría esta festividad sería el 30 de mayo de cada año, por ser una fecha en la que ya habría flores por todo el país. Un siglo después, en 1971, el Congreso de los Estados Unidos declaró que se observaría el último lunes de cada mes de mayo, con el objetivo de asegurar que este día siempre propicie un fin de semana largo.

Tener presente el pasado

Para una nación más que acostumbrada, cimentada en el respeto a sus soldados en activo, retirados y caídos, el Memorial Day es una fecha principal en el calendario. Una jornada comparable al 4 de Julio como eclosión patriótica, acaso de mayor calado sentimental que la propia fiesta nacional, entre unas gentes acostumbradas a ceder el asiento en el transporte público, el lugar en la cola o pagar la cuenta del supermercado a sus militares.

Si cada familia tiene por epicentro del Día de los Caídos la tumba de un hijo, un padre, un marido o un hermano, la nación se reúne año tras año en torno al Cementerio Nacional de Arlington, donde tuvo lugar la primera celebración en 1868. El camposanto más cinematográfico de los Estados Unidos se sitúa al otro lado el río Potomac desde Washington, es decir al otro lado de la frontera natural entre el Norte y el Sur durante la Guerra Civil. En él se encuentra todavía la casa que un tiempo acogió al general Robert E. Lee, principal militar confederado, durante el conflicto. Ahí, junto al edificio, el general Ulysses S. Grant, homólogo de Lee en el ejército de la Unión, mano derecha de Abraham Lincoln y a la postre presidente de la nación, participó junto a otros representantes institucionales en los actos del primer Memorial Day.

Hasta esas praderas y lomas del norte de Virginia donde descansan miles de soldados hoy llegarán visitantes anónimos de todos los Estados Unidos. Caminarán y rezarán entre las tumbas, decoradas con flores y una bandera a un pie de la lápida, de sus familiares, de George C. Marshall, Walter Reed, militares que nunca conocieron y civiles como John Fitzgerald Kennedy, William Howard Taft, John Glenn, Thurgood Marshall o Maureen O’Hara (estuvo casada con Charles F. Blair, general de la Fuerza Aérea), con el mismo cuidado material y la misma devoción espiritual con los que una señora acude al cementerio el Día de Todos los Santos en cualquier país de tradición católica.