Skip to main content

Como muchas cosas buenas de la vida, el descubrimiento fue fruto del azar. Esos días estaba tratando de profundizar un poco en la obra de Mishima y, sobre todo, de comprender las razones de su muerte. El literato se quitó la vida un 25 de noviembre de 1970 por medio de un suicidio ritual. En un Japón moderno y occidentalizado, Mishima decidió poner fin a sus días por medio del seppuku (harakiri). Y no lo hizo a escondidas, sino a plena luz del día, rodeado de sus correligionarios de la Sociedad del Escudo y previo asalto a un cuartel del ejército. Mishima se había identificado con la tradición y con el código samurái hasta el punto de manifestar al mundo este compromiso por medio de la espada.

Pues bien, ahí estaba yo hurgando en el pasado para comprender esta escena tan trágica como fascinante. Y lo que escuché en un podcast de ‘Cita con la Historia’ me dejó atónito. El escritor japonés más célebre del siglo XX sentía admiración por la cultura española y, en particular, por el espíritu hidalgo. Lo decía Isidro-Juan Palacios, autor de Yukio Mishima: Vida y muerte del último samurái.

Yo no había escuchado hablar del espíritu hidalgo desde mis tiempos en la EGB. Pensé que era extraño que algo tan valioso que forma parte de nuestro mejor legado nos resultara tan ajeno. Así que decidí investigar un poco más. Ayer fue el aniversario del seppuku y me ha parecido un buen momento para compartir con vosotros mis hallazgos.

El código de honor calderoniano

Mishima era un lector voraz. Parece ser que desde muy joven estaba familiarizado con los autores de nuestro Siglo de Oro. En particular, le llamaba la atención el teatro barroco y su temática del honor y la honra. Y aquí Calderón de la Barca era nuestra estrella rutilante.

Mishima descubrió que el  pueblo español y el japonés  compartían un mismo concepto del honor. El honor calderoniano era similar al honor del Bushido, el código samurái, ya que ambos se anteponen a los designios de reyes y señores. “Al  rey la  hacienda y la vida se ha de dar, pero no el honor, porque el honor, es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios”.

En un contexto histórico, un hidalgo era un caballero de la baja nobleza. Pero con el tiempo acabó siendo sinónimo de noble y generoso. En la tradición española, el espíritu hidalgo traza un arco que va desde los caballeros medievales hasta la Legión de Millán-Astray. Nuestro pasado está lleno de capítulos heroicos, desde las gestas de los Tercios a los últimos de Filipinas. Este sentido de la vida también estaba muy presente en nuestras artes y letras hasta el inicio de la descomposición.

Luis Díez del Corral

Mis pesquisas me llevaron pronto a un nombre propio: Luis Díez del Corral. Este profesor fue procurador franquista, jurista, politólogo y discípulo de Ortega y Gasset. En los años sesenta hizo un tour por Japón para hablar de la España de los Austrias. En sus conferencias explicaba el sentido del honor calderoniano y el espíritu hidalgo. Mishima vio en esa actitud frente a la vida un hermanamiento con la tradición japonesa.

Luis Díez del Corral

Una anécdota española que hizo las delicias del autor nipón fue el gesto del marqués de Benavente después de ser obligado por el emperador Carlos V a recibir en su palacio de Toledo al Condestable de Borbón. El marqués cumplió el deseo imperial, que consideraba una humillación, y luego quemó su palacio porque no estaba dispuesto a vivir donde lo había hecho un traidor. Mishima afirmaría que esa acción era el equivalente más exacto del código de honor samurái: “uno de los nuestros habría cumplido sin rechistar, como Benavente, la orden de su «daimyo» o del «shogun», y luego habría cometido seppuku. Como en España no existe esta tradición, el acto de Benavente es un perfecto símbolo. Es lo mismo de otra manera”.

Después de una de las charlas, Mishima se acercó a charlar con Díez del Corral. La presencia de la celebridad japonesa arrastró a la conferencia un enjambre de periodistas y una masa enorme de aficionados. Los dos tuvieron un primer cambio de impresiones sobre gustos compartidos y pronto se separaron de la masa para seguir su conversación en privado durante horas. Fue el inicio de una buena amistad que se prolongó en el tiempo y llevó a los intelectuales a visitarse mutuamente en sus respectivos países. En sus viajes a España Mishima aprovechó para vivir de cerca dos de nuestros rasgos de identidad que más le impresionaban: la tauromaquia y el flamenco.

En una entrevista, cuando le preguntaron a quién salvaría si una bomba atómica fuera a barrer Europa, Mishima respondió que al filósofo alemán Martin Heidegger y al historiador español Díez del Corral.

La Legión y el Bushido

Otra cosa que le encantaba a Mishima del alma española era la Legión. No era de extrañar, ya que Millán-Astray era un estudioso del Bushido y, de hecho, escribió el prólogo de su traducción al español. El famoso cojo, manco y tuerto se inspiró en el código samurái para fundar su milicia. Así lo declaró él mismo: “Y también en el Bushido apoyé el credo de la Legión, con su espíritu legionario de combate y muerte, de disciplina y compañerismo, de amistad, de sufrimiento y dureza, de acudir al fuego. El legionario español es también samuray y practica las esencias del Bushido: Honor, Valor, Lealtad, Generosidad y Espíritu de Sacrificio. El legionario español ama el peligro y desprecia las riquezas”.

En estos legionarios, que gritaban “Viva la muerte” y cuyo himno se llamaba “El novio de la muerte”, Mishima veía una actitud épica muy similar a la que él defendía. Obviamente, los lemas legionarios no respondían a un impulso auto-destructivo, sino que eran consignas para infundir valor a quienes estaban dispuestos a sacrificarlo todo en defensa de causas superiores a la propia vida.

 “A Problem of Culture”

Mishima entiende que el código de honor calderoniano comparte parecido con el honor japonés “más que ningún otro esquema de dignidad personal de los países de Occidente”. El 24 de septiembre de 1969 publica en el diario The Times de Londres un artículo titulado “A problem of culture”. En él habla del “espíritu español del samurái” y da rienda suelta a sus filias y fetiches. Juan Antonio Vallejo-Nágera considera en Mishima o el placer de morir que este artículo es importantísimo para entender el ideario político del escritor.

El autor nipón elogia a los españoles ante el público británico y destaca su conciencia popular de la muerte, el ideal del “buen morir” que heredan los Tercios legionarios bajo la proclama del “¡Viva la Muerte!” y la defensa de la tauromaquia como un ejemplo de resistencia frente a la homogeneización occidental. También afirma que solo un español podía haber dicho que era “mejor honra sin barcos que barcos sin honra”, una actitud que hubiera parecido necia para el resto de naciones.

Mishima añadía en ese artículo que se consideraba a sí mismo como “un Don Quijote, bueno un Don Quijote menor contemporáneo”. Y ahí unía para siempre el espíritu del samurái con el espíritu hidalgo y terminaba mi investigación.

La hora de los hidalgos

El descubrimiento me dejó llenó de asombro. Don Quijote de la Mancha es un arquetipo del auténtico hidalgo. Es un hombre que vive humildemente y que, influido por la lectura de los libros de caballerías, decide salir de la comodidad de su vida y poner sus armas al servicio de los necesitados. Decía el ingenioso hidalgo que “la cosa de que más necesidad tenía el mundo era de caballeros andantes y de que en él se resucitase la caballería andantesca”.

François Bousquet en una charla que recientemente ha traducido elmanifiesto.com aplicaba una reflexión similar a los tiempos actuales: “creo profundamente que, si hay lucha —y lucha hay— no es de lucha de clases de lo que se trata, sino de la lucha milenaria de los poéticos, de los caballerosos, contra la clase predominante de los groseros y vulgares (…) una lucha entre quienes sostienen las columnas del templo y quienes las profanan y destruyen.” 

En un tiempo marcado por la chabacanería y el narcisismo, el espíritu hidalgo nos ofrece un código distinto. Un estilo que aúna la auto-exigencia y la defensa de unos ideales nobles. Los centinelas podemos encontrar en el espíritu hidalgo un referente para avanzar (aunque sea con mucho esfuerzo y errores) erguidos en un mundo en ruinas.