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Una referencia cada vez más necesaria en estos tiempos parece ser el libro 1984, de Orwell, cuyo protagonista trabaja en el Departamento de Registro del Ministerio de la Verdad. Su tarea consiste en reescribir la hemeroteca de los periódicos. Donde una noticia aportaba un dato, él lo eliminaba, destruía el original, y colocaba otra desinformación en una nueva copia. Se trata de una versión industrializada y totalitaria de una pulsión que ya hace siglos existía, como la llamada damnatio memoriae de la Antigüedad, y que consistía en eliminar placas, estatuas y referencias de gobernantes caídos en desgracia. En España lo estamos viendo, con la denominada «memoria histórica». Es un proceso complejo, con muchas causas y consecuencias.

El blanqueamiento de la tiranía chavista, aparte de las conexiones monetarias que haya, forma parte del mismo proceso de blanqueamiento de ETA, «proceso de paz» y «memoria histórica». En su momento, Rodríguez Zapatero —o alguien de su entorno— comprendió que el PSOE lo iba a tener muy difícil para ganar con mayoría absoluta unas elecciones generales. El modelo de Felipe González de los años 80 no podía funcionar, sobre todo después de la Caída del Muro. Por tanto, se requerían otros modelos hegemónicos. El chavismo, extendido en mayor o menor grado por gran parte de América, es una inspiración para la izquierda española. Una mezcla de socialismo difuso, autoritarismo y reivindicaciones victimistas e identitarias.

En España ese modelo se podía aplicar gracias al nuevo progresismo de colectivos, género, etc. Y al nacionalismo. Pero el PSOE de Zapatero necesitaba de un nacionalismo de iguales tintes —no un «nacionalismo de derechas»—, e incluso más radical que el propio PSOE en rasgos como republicanismo o ecologismo. Por eso, Zapatero entendió que PNV y CiU no eran sus socios naturales. ¿Solución? ERC y Batasuna. En el año 2000, ERC tenía menos de la décima parte de escaños del Parlamento Catalán. Pero en 2003, la suma de PSC y ERC, junto con el apoyo de IU (ICV), permite al PSOE alcanzar, por primera vez, el poder en el gobierno autonómico. Desde entonces, sobre todo a nivel nacional, esta fórmula se ha repetido siempre que los números han dado: 2004, 2008, 2018, 2019…

En parte como resultado de esta estrategia, CiU ha desaparecido. Queda una transmutación extremadamente radicalizada que es Junts. Dentro de poco el PNV tendrá que ver cómo la vieja Batasuna y el PSOE gobiernan juntos en su lugar. Por el momento, Patxi López —que fue lehendakari gracias a los votos gratis et amore del PP en el Parlamento Vasco— defiende con ahínco los pactos con Arnaldo Otegi y los herederos de aquellas siglas que, según sentencia judicial, formaban parte de la banda terrorista. Odón Elorza —que, en este aspecto, casi siempre ha pensado lo mismo— asegura que debemos olvidarnos de que ETA existió, porque hemos de recordar día a día que sí existió Franco, que era tan malvado como Hitler —pero no tan bueno como Stalin, ni Carrillo—, y que el verdadero peligro que se cierne sobre España es Vox y el PP, continuadores de la tiranía del general golpista nacido en El Ferrol.

Desmontanto el mito

Este «caso práctico» de lo que Orwell pronosticaba en 1984 requiere de antídotos. Y, como en la también distópica novela de Ray Bradbury (Fahrenheit 451), el remedio se encuentra en los libros. De modo que, para estas Navidades, recomendamos dos libros recién salidos de buenas tahonas editoriales. Por un lado, Azaña, el mito sin máscaras, de José María Marco, que ofrece Encuentro. Por otro lado, Episodios republicanos, de Antonio Fontán, editado por Eduardo Fernández y María Tapias para Rialp. Por varios motivos. El primero, porque ayudan a desmontar las mentiras fundacionales de la «memoria histórica»: ni la II República fue un tiempo y un régimen del que tengamos algo positivo (¿o quizá si?) que aprender —y con el cual no debemos sentir la más mínima ligadura de legitimidad—, ni Manuel Azaña se condujo con la elegancia y altura moral que se le supone.

El ensayo de Marco goza de abundantes virtudes. Para empezar, su estilo, su deleitosa facilidad de lectura, su precisión y su fluidez. Algo que ya conocen sus lectores asiduos. Por otra parte, su erudición; no en vano, el profesor Marco es uno de los grandes especialistas, no ya en Azaña, sino en la política española de los siglos XIX y XX. Trabajos previos avalan su amplio conocimiento en torno al que fuera presidente del gobierno y, luego, de la República. Además, la profundidad con que Marco se desenvuelve en la cultura francesa —de la que tanto bebía el complutense fundador de Acción Republicana e Izquierda Republicana, integrada en el Frente Popular que lideraba el PSOE más extremista y bolchevique— le permiten conocer a Azaña con mucho mayor detalle y con una perspectiva más íntima.

Asimismo, Marco ahonda en aspectos menos conocidos o desarrollados, como la egolatría del personaje, su evolución ideológica —hacia un progresivo resentimiento y sectarismo— y sus inquietantes planteamientos religiosos. De modo que Marco nos presenta a Azaña en sus dos vertientes esenciales: un político que no admitía la democracia, ni el pluralismo —para Azaña, la izquierda era más importante que la república, y la república más importante que la democracia—; y un fracasado en sus proyectos. No olvidemos que una de sus principales preocupaciones durante sus dos años de gobierno fue censurar a los periódicos de derechas: cerró el Abc uno de cada cuatro días. En resumen, el Azaña que nos describe Marco es el arquetipo de gobernante actual de izquierdas en España.

Advenimiento y ocaso de la Segunda República

Un buen complemento a la biografía de Azaña que ha escrito Marco es el libro póstumo de Fontán, editado por los habituales colaboradores de la Fundación Marqués de Guadalcanal, entidad que mantiene el legado y la memoria del que fuera presidente del Senado cuando se aprobó la Constitución vigente. Fontán fue uno de los intelectuales católicos españoles más destacados del siglo XX: formó parte del Consejo Privado del Conde de Barcelona, y también de la Comisión de Profesores que se hizo cargo de los estudios del entonces príncipe Don Juan Carlos de Borbón. Senador por designación real en 1977, director del diario Madrid, fundador de medios como Nueva Revista o Nuestro Tiempo. Filólogo clásico, publicó a Tito Livio en Alma Mater, fue profesor en la Universidad de Navarra, en la Autónoma de Madrid, y en la Complutense. Estuvo en UCD y en el PP. Ministro y también impulsor de proyectos culturales de toda índole.

Como se dice en el subtítulo, Episodios republicanos es un conjunto de «Apuntes sobre religión y política en la Segunda República (1931-1936)». Además de relatar cómo se produce el advenimiento y ocaso de aquel régimen, cuenta su carácter netamente tumultuoso, debido, en gran medida, al tono cada vez más intransigente de los intelectuales que impusieron la república. Una república con una constitución que no buscaba el consenso, y que nunca se sometió a referéndum. Unos intelectuales marcadamente anticlericales e incapaces de admitir el turnismo en política. Otros intelectuales de tono liberal, como Ortega, que rápidamente quedaron orillados y que, al estallar la Guerra Civil, fueron asesinados, perseguidos, amenazados o represaliados por el Frente Popular. Y también los intelectuales católicos, contrarios a la deriva de la república, pues el republicanismo español acabó siendo, en gran medida, un proyecto de tabula rasa para aniquilar casi toda la tradición española —un rupturismo extremista que la izquierda sigue esgrimiendo como única propuesta social e institucional. El libro aborda la violencia religiosa —antirreligiosa, mejor dicho— y civil que caracterizó esos poco más de cinco años.

Sobre este ensayo, dice la coeditora María Tapias: «Antonio Fontán escribió Episodios republicanos entre 1959 y 1962, y mostró en reiteradas ocasiones su intención de que el texto fuese publicado. Unos sesenta años después de que los escribiera, junto con el profesor de Filología de la Universidad Complutense de Madrid, y discípulo de Fontán, Eduardo Fernández, y gracias a la Fundación Marqués de Guadalcanal, recuperamos la versión llamada Pro manuscripto 1999 a finales de otoño de 2020, y comenzamos a trabajar en él. Y en la Navidad de 2020, pudimos publicar y dar a conocer entre los amigos de don Antonio algunos fragmentos de la obra». Se trata de un detalle importante, porque esta obra forma parte del ingente número de proyectos y manuscritos de Fontán. Y, aún más, estos apuntes hechos libro los escribió en mitad del franquismo —régimen al que se opuso con paciencia, exquisitez democrática e inteligencia—, pero los fue repasando de tiempo en tiempo.

Según Tapias, el otrora presidente del Senado —cuya firma consta en nuestra Constitución— explicó que el texto recogido en Episodios republicanos son unas notas que querían «servir de introducción a unos estudios más amplios de historia política y cultural de España en el siglo XX», citando al propio Fontán. En palabras de Tapias, «este libro no es un trabajo académico al uso, sino una serie de apuntes y recuerdos sobre un periodo que marcó la vida de don Antonio: su primera comunión tuvo que posponerse diez días y al año siguiente comenzó la escuela en otro centro, ya que la Compañía de Jesús fue disuelta y su colegio ya no existía». Fontán —fallecido en 2010— había nacido en Sevilla en 1923; tenía siete años y medio cuando don Alfonso XIII se exilió y se izó la bandera tricolor en el Palacio Real.