Son muchos los conventos, monasterios o santuarios que han ido quedando reducidos, arrinconados, abandonados a la suerte de las visitas. Por otro lado, son muchas también las familias que se ven perdidas en el anonimato de las grandes ciudades, en las que, año a año, los padres encuentran más complicado poder vivir la fe cristiana con sus hijos. Parece que las dos carencias tienen una complementariedad potencial. O, por lo menos, así lo vieron los dos jóvenes franceses católicos que idearon Monasphere: una empresa dedicada a diseñar y llevar a cabo proyectos inmobiliarios en toda Francia con el objetivo de ofrecer a familias cristianas un vecindario fraterno, en una zona rural, lejos del bullicio urbano y, particularmente, cerca de un monasterio, convento o santuario como centro espiritual.
Esta inquietud, avivada por las circunstancias de los meses de confinamiento, la pusieron en común Damien Thomas y Charles Wattebled en el 2020 con la ilusión de hacerla realidad. Wattebled tiene veintinueve años, está casado y tiene dos hijos. Es músico profesional, licenciado en Historia y con un máster en finanzas. Trabajó en el mundo editorial y de director de ventas de una start-up que pone en contacto a estudiantes y empresas. Thomas, de treinta y dos años, también está casado y es padre de cuatro niños. Se graduó en traducción e interpretación y tiene un máster en gestión estratégica. Trabajó en prensa dentro del grupo Médias-Participations y en 2017 asumió la dirección del santuario Louis y Zélie Martin, en Alençon. Ambos dejaron sus trabajos el año pasado para lanzar y dedicarse a tiempo completo a Monasphere. Para ello, se reunieron con Pierre-Edouard Stérin, un empresario padre de cinco hijos comprometido con el servicio del bien común y de Francia, que se unió al entusiasmo de los dos fundadores y decidió invertir en el proyecto. El empuje definitivo fue el apoyo de la Iglesia por parte del obispo de Fréjus-Toulon, monseñor Dominique Rey, que recibió y aprobó la idea con esperanza y les alentó a que no se perdieran la perspectiva misionera.
Quien haya leído el libro, lo habrá intuido ya. El proyecto se inspira en La opción benedictina de Rod Dreher, un ensayo en el que el autor aboga por la constitución de comunidades cristianas como respuesta a una cultura cada vez más secular y como una forma de lidiar con la crisis de nuestra civilización occidental. Dreher se congratuló cuando le contaron sobre la empresa de Thomas y Wattebled: “A mí se me da fatal organizar […]. Monasphere demuestra lo que puede suceder cuando cristianos que creen en esta visión aplican sus habilidades prácticas para hacer posible que las familias hagan que funcione”.
Es importante insistir a quien oiga hablar del proyecto, que Monasphere no nace ni se desarrolla con el objetivo de crear comunidades cerradas, una especie de paraíso terrenal donde sólo caben unos pocos, donde refugiarse resignados a que llegue el fin de los tiempos. No sería compatible ese planteamiento con el cristianismo porque va contra el mandato evangélico. El cristiano está llamado a anunciar el reino de Dios. El nombre de la empresa, Monasphere, juega fonéticamente con las palabras «sphère» [esfera] y «monastère» [monasterio], para transmitir la idea de una esfera cuyo centro es un monasterio. No tanto con la intención de que los católicos se reúnan entorno a un monasterio sino más bien al revés, que la proximidad a un centro espiritual genere por irradiación un núcleo cristiano. Es lógico, no obstante, que las familias interesadas sean familias que tratan de encontrar un equilibrio entre su fe y el ritmo cotidiano, pero bajo ningún concepto se pregunta -ni a vendedores ni a compradores- sobre su religión, se trabaja abiertamente en colaboración no sólo con la autoridad eclesial sino también con el poder público. El objetivo no es crear poblados replegados sobre sí mismos sino lugares abiertos al mundo. Se persigue el planteamiento de un estilo de vida sobrio, en el campo, buscando la fraternidad cristiana, pero siempre formando parte de la comunidad local, en contacto con los vecinos, las escuelas, las parroquias y las iniciativas culturales y solidarias.
Monasphere se encarga de poner en contacto las dos partes, ayuda a hacer real una aspiración que nace en el seno de muchos padres que quieren proporcionar a sus hijos un entorno para que “se conviertan en apóstoles que evangelicen Francia”. Hay cuatro pilares necesarios para comenzar un “monasphere” con proyección de éxito: un lugar de referencia espiritual, trabajo (cada vez más factible mediante el teletrabajo), vida social y escuelas cercanas o un compromiso serio de hacer homeschooling. Los socios tienen ilusión, muchas ganas y creen en la viabilidad de la empresa, en el éxito de la idea de crear estos oasis espirituales.