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El estreno de Top Gun: Maverick, secuela de la película de 1986, se ha retrasado varias veces por culpa de la pandemia. Se espera que en unas semanas podamos verla en los cines: en unos tiempos tan necesitados de buenas noticias esperamos que sea, al menos, la mitad de buena que la ochentera. En todo, antes de ver la nueva entrega, conviene revisitar un clásico del cine de diversión que sigue emocionando al espectador.

Cuentan que Tom Cruise fue invitado a volar con los Blue Angels, un legendario escuadrón de exhibición con sede en California, cuando estaba sopesando si aceptar o no el papel protagonista de una película sobre pilotos de combate. El joven actor, de 23 años, se había hecho famoso con comedias dirigidas al público adolescente, como como Losin’ It o Risky Business, y empezaba a trabajar con directores tan ilustres como Coppola o Scorsese. Parece que el papel de aprendiz de piloto no acaba de convencerle.

FUENTE: PEOPLE

Cruise se presentó en la base aérea en moto, con el pelo largo y cierta pinta de hippie, por lo que sus guías no se lo tomaron muy en serio; pero a él le encantó la experiencia de las acrobacias a bordo de un F-14. En cuanto aterrizó, se fue directo al teléfono y llamó al productor de Top Gun, Jerry Bruckheimer: “Haré la película”, le dijo. “Esto me encanta”.

Su interlocutor debió de respirar aliviado, porque el papel de Maverick había sido escrito específicamente para Cruise. Casi nada se dejó al azar en una película de fórmula, hecha para gustar: mucha adrenalina, una historia de amor, una estética con personalidad, personajes llenos de carisma y una banda sonora que hoy nos resulta algo irritante, pero que entonces reflejaba perfectamente las modas musicales de la época.

“Querían rock and roll en el cielo”        

¿Funcionó? Que hablen los números: fue la película más taquillera del año de su estreno, con una recaudación de casi 360 millones de dólares, y hoy sigue quemando los audímetros, cuando se emite en la tele, y los contadores de visitas de las plataformas digitales. Entre otros productos derivados, de la película han salido unos cuantos videojuegos en diversos formatos.

Pese a lo calculado de la receta, el rodaje no estuvo exento de problemas. El director elegido, Tony Scott, fue despedido tres veces, todas seguidas de nuevos contratos, por diferencias con la productora. Aunque se ofrecieron otros grandes de la época, como John Carpenter, la aportación de Scott fue clave para dar con la tecla del taquillazo.

“Yo concebía la película en términos de Apocalypse Now”, explicó Scott, “convertida en una carrera de aviones. Ellos [los productores] seguían diciendo, ‘No, no, no’. Entonces, un día, caí en la cuenta: entendí lo que ellos buscaban. No querían Apocalypse Now: querían aviones plateados compitiendo contra un cielo azul brillante. Querían rock and roll en el cielo”. Para lograrlo, hubo que retocar el guion varias veces, modificar en parte el reparto y, sobre todo, trabajar exhaustivamente las escenas de vuelo.

Su ego extiende cheques que su bolsillo no puede pagar

La historia, en realidad, no es muy completa. El teniente Pete Mitchell, Maverick, es un piloto del exigente programa SFTI de la Armada de Estados Unidos, con sede en Miramar, California. Tan talentoso como impredecible, indócil y un poco flipado, Maverick vuela a la sombra de su padre, un piloto caído en extrañas circunstancias en la Guerra de Vietnam. Como lo define uno de sus instructores, en una de las mejores frase de la película, su ego extiende cheques que su bolsillo no puede pagar.

FUENTE: THE GUARDIAN

En una de sus noches de juerga, rodeado de sus camaradas, Maverick conoce a Charlie Blackwood (Kelly McGillis) una rubia interesante que resulta ser una de sus instructoras. La relación amorosa corre en paralelo a otra de rivalidad: la del protagonista con Iceman (Val Kilmer), otro alumno destacado con el que compite por el título de mejor piloto de la academia. Según contaron los protagonistas, las tensiones no se limitaban al guion: Cruise y el intérprete de su enemigo, Kilmer, no se dirigían la palabra fuera de los decorados. En cuanto a los amigos de Maverick, el más cercano es Goose, un ejemplar padre de familia, enamorado de su mujer (Meg Ryan).

La tragedia llega en el último tramo de la película, y también la épica: al final, el entrenamiento se convertirá en un episodio real de combate, al tiempo que se desvela la historia real del padre de Mitchell y se cierra el círculo del romance. Todo envuelto en una luz dorada, algo nostálgica, que deslumbra al espectador, y regado de tomas aéreas muy impactantes.

Un estilo que marcó época

Más allá de la historia, lo que hoy cautiva de Top Gun es, principalmente, la estética. Maverick, sencillamente, mola, y lo sigue haciendo 35 años después, aunque a ratos lo contemplemos con una sonrisa irónica. Las chaquetas de vuelo parcheadas -algunos las llaman precisamente “top guns”, lo que asciende a la película a la categoría de las que dieron nombre a prendas, como Rebeca– causaron furor en la segunda mitad de los ochenta, al igual que las gafas enormes de aviador.

Otras modas fueron menos frívolas: tras el estreno de la película, según datos oficiales, las cifras de alistamiento en la Armada se multiplicaron por cinco, aunque a la cúpula militar no le gustaron, al menos al principio, algunos detalles del guion.

Hablando de modas, la música, que no deja de sonar durante todo el metraje, fue producida por la discográfica Columbia Record e incluye canciones de grandes artistas de los 80. La romántica Take My Breath Away, de la banda Berlin, es la más reconocible. Hoy el exceso de canciones produce una innegable saturación en el espectador, pero probablemente fue una de las claves del éxito.

¿Un placer culpable?

A pesar de sus defectos, que los tiene, Top Gun sigue gustando más de tres décadas después de su estreno porque cumple a la perfección su objetivo explícito: divertir. Ni más, ni menos. Nos gusta porque nos gustan los aviones, las acrobacias, las sonrisas retadoras y las historias de amor que acaban bien. Nos gusta porque todos los chicos quisimos ser Maverick, y todas las chicas quisieron ser Charlie, y muchos niños de los ochenta -yo nací unos meses después del estreno- tuvimos una chaqueta de aviador por su culpa.

FUENTE: BRAIN SHARPER

Para algunos, Top Gun es un placer culpable: por la endeblez de su trama, por lo exagerado de algunas escenas, por la falta de verosimilitud de las escenas militares o de la vida castrense… Pero no hay que arrepentirse de volver a los lugares que nos hicieron felices, y la película de Scott, aunque se escandalicen los pedantes, sigue emocionando y vigorizando al espectador, tanto al nostálgico como al novato.

Por todo eso, es probable que la segunda parte, Top Gun: Maverick, vuelva a triunfar en la taquilla. Lo hará si no busca otra cosa que hacer cine divertido, si se olvida de dar la brasa y si logra que sus personajes molen tanto como los de los ochenta. En la nueva historia, Maverick, que vuelve a estar interpretado por Cruise, se ha convertido en un instructor de vuelo de la escuela Top Gun, donde se reencuentra con el hijo de su viejo amigo Goose. Ojalá el director, Joseph Kosinski, haya logrado hacer rock and roll en el cielo con la fórmula de Scott.