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El pontificado de Juan Pablo II fue inmensamente luminoso y fructífero desde casi todo punto de vista. Muchos son los aspectos que podrían destacarse de su etapa en la silla de Pedro: su navegación del posconcilio, su contribución a la caída del Muro de Berlín, su conexión con los jóvenes, la publicación de un nuevo Catecismo, su afán por llevar a Cristo al máximo número de países y un largo etcétera. Sin embargo, el principal biógrafo del papa polaco, George Weigel, no define ninguna de estas realidades como la máxima contribución de Karol Wojtyla.

El escritor estadounidense, en cambio, le otorga esta categoría a la teología del cuerpo, desarrollada por Juan Pablo II en las catequesis de los miércoles entre 1979 y 1984. Explicar siquiera someramente la esencia de esta aportación del papa polaco al pensamiento católico bien merecería una larga serie de artículos monográficos. Así pues, les remito a las propias conferencias que Juan Pablo pronunció desde el balcón de San Pedro o, a modo algo más introductorio, a su libro Amor y responsabilidad (1960). Sólo diremos que la teología del cuerpo es una novedosa reinterpretación de la visión de la Iglesia acerca de la sexualidad humana: «Juan Pablo II, a quien tantas veces se ha calificado con desdén de ‘rígidamente conservador’, propuso una de las reconfiguraciones de la teología católica más audaces desde hace varios siglos», apunta Weigel en su conocida biografía del pontífice, Testigo de esperanza.

Sin embargo, el propio Weigel reconoce que, si bien la teología del cuerpo constituye no sólo «un momento clave para la teología católica, sino para la historia del pensamiento moderno», probablemente se trata de una filosofía que precisará de un tiempo de asimilación, precisamente por su novedad. Las viejas concepciones de que la sexualidad humana es algo que raya lo pecaminoso tardarán en desaparecer. Con todo, algunos trabajan para agilizar el proceso.

El TOBI

El Theology of the Body Institute (TOBI) nació en Estados Unidos en 2004 con la misión de difundir la teología del cuerpo de Juan Pablo II, en muchas ocasiones en un ejercicio de divulgación accesible de la densa filosofía del santo papa.

Para ello ofrecen una amplia variedad de recursos, desde la actividad en redes sociales, la producción de podcasts y vídeos en YouTube, la publicación de libros, las conferencias presenciales y organización de cursos certificados con diversos niveles de especialización.

El rostro más conocido del TOBI es sin duda Christopher West, cofundador del instituto y su actual presidente. West, esposo y padre de cinco hijos, lleva trabajando en la visión cristiana de la sexualidad desde finales de los años noventa y desde entonces ha desplegado una enorme actividad al respecto. Entre ese historial se cuentan trece libros publicados, el más conocido de ellos Buena noticia sobre el sexo y el matrimonio (2004).

Una visión esperanzadora y liberadora

West impartió varias conferencias en la reciente Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa el pasado agosto. Pese a que el auditorio donde tuvieron lugar podía acoger un aforo de más de mil personas, cientos de peregrinos se quedaron fuera de algunas de las charlas que dio, tal fue la afluencia. Para los que sí pudieron entrar, el tiempo de cola sin duda mereció la pena; el fundador del TOBI ofreció una vibrante y profunda reflexión sobre el valor del sexo, ligándolo nada menos que a las palabras del mismo Cristo a su Madre en la cruz.

En estos tiempos en los que el regalo divino de la sexualidad está siendo degradado por su superabundancia en tantos ámbitos, sin duda es una buena noticia que haya instituciones que comuniquen una «visión esperanzadora y liberadora» de la sexualidad humana «que apele a los anhelos más profundos de amor y unidad que hay en el corazón». Todo, claro, con la firma de aquel santo de Cracovia a quien el amor «se lo había enseñado todo».