Gento fue una leyenda de ese fútbol en el que podías serlo llamándote Paco. Hoy en día, ni los ‘rodrigos’ del equipo blanco pueden evitar meter una y griega cosmopolita entre medias. En el fútbol de Gento el mediocentro era algo exótico: todo se reducía a correr con el balón hacia la portería. Sin embargo, como dijo un defensa del Manchester United que sufrió al cántabro, lo peor no era lo mucho que corría, sino «cómo paraba». Al ver ahora esos partidos en blanco y negro, se puede apreciar lo mucho que ha cambiado el juego. El purista ‘gafapasta’ hoy valora más las disposiciones tácticas, tanto que parece que lo perfecto para un futbolista es estar completamente estático, que más que el fútbol lo que parece gustarle es el ajedrez. Paco Gento llevó al extremo —y a la excelencia— la forma de jugar de los niños: avanzar desbocados con el balón hacia la portería, con el gol como única meta.
Su impulsividad le ganó el apelativo —algo también proscrito por el periodismo intelectual— de la Galerna, fenómeno climático propio del Cantábrico, consistente en la aparición súbita de un temporal, con fuertes vientos y vivo oleaje. Puro Paco corriendo por la banda.
Tanta furia descontrolada, más propia de sagas nórdicas que del talante castellano de Santiago Bernabéu, no acababa de convencer al presidente del Real Madrid. Sin embargo, sirvió para que Alfredo Di Stéfano apostará por el joven cántabro, creyendo que él, junto a su compatriota Rial, acabarían amainando tanta galerna y dirigiéndola hacia el éxito, que en su caso eran copas de Europa. Conformó con ellos la delantera de ensueño que como una letanía se recita de memoria de tanto oírla de boca de nuestros padres: Di Stefano, Puskas, Kopa, Rial y Gento.
Su papel en aquel elenco era sencillo: «Me daban el balón y me decían “Paco, corre”». En la tercera final continental, cuando el Real Madrid se encontraba contra las cuerdas, la apuesta fue Gento. Él fardaba de tener aguante para dos partidos seguidos y tuvo que demostrarlo en la primera final que se dilucidó en la prórroga, con un gol de la Galerna a tres minutos de que expirara el tiempo añadido.
El legado del Gran Capitán
Las leyendas, por lo visto, también nacen, crecen, se reproducen y mueren. La de Francisco Gento nació en 1933 en Guarnizo, una pedanía a unos cuatro kilómetros de Santander. Extremo izquierdo muy veloz y zurdo, que ganó una copa de Europa por cada cien partidos que se enfundó la camiseta del Real Madrid, y jugó seis centenas. Entre medias, cada cincuenta encuentros se entorchaba una Liga. El total es abrumador: a los ya mencionados sumó una ristra de títulos menores —dos Copas de España, dos Copas Latinas, una Intercontinental y una pequeña copa del Mundo—. También se incluye en su palmarés la Eurocopa de 1964, aunque solo disputó de ella la clasificación.
Su juventud le hizo ser el elegido para liderar a la generación venidera. Paco Gento creció, y se convirtió en el capitán del Madrid de los Yeyés, los que acabaron trayendo la sexta copa de Europa a Concha Espina. Uno de los grandes futbolistas de la historia de España, Amancio Amaro, recordaba el día de su muerte, con la voz que sólo se tiene cuando se ha muerto alguien querido, que él lo llamaba el Gran Capitán.
Y Paco Gento se reprodujo. Su padre, chófer de camión de profesión, ya había sido futbolista amateur en su pueblo. Sus hermanos jugaron también al fútbol y su hermana, María Antonia, fue la madre de los hermanos Llorente: los futbolistas Julio y Paco y los baloncestistas José Luis y Toñín. Paco es, además, el padre de Marcos Llorente, uno de los mejores de la selección española durante la pasada Eurocopa. Una estirpe vinculada al deporte y al Real Madrid, que inauguró Paco cuando por millón y medio de pesetas se trasladó al equipo de la capital.
Fútbol sin florituras
Partícipe del equipo de Di Stefano, el de las cinco copas de Europa seguidas, el de «el mejor partido de la historia», cuando el Real Madrid ganó con un abultado 7-3 al Eintracht de Frankfurt ante un emocionado Hampden Park. Tanta impresión causó que la BBC retrasmitía el partido todos los días de Navidad.
Así se fundó el acervo que inspira ahora a los once chavales que saltan al Bernabéu cada domingo, que solo comparten con la Galerna del Cantábrico el mismo color de camiseta y el mismo parche del escudo en el pecho. Pero ese legado une las carreras por la banda izquierda de Gento, natural de Guarnizo, con las de Vinicius Jr., que da sus zancadas pisando las huellas que dejó la Galerna en la banda izquierda de Concha Espina.
Después de tanta táctica, tanto rondo, falsos nueves, extremos cruzados, pivotes, ‘cincos’, extintos líberos, etc.; todo se reduce a lo mismo: avanzar desbocado hacia la portería con el gol como única meta. No hay estrategia más elaborada que el simple «Paco, corre». Un deporte más primitivo, de recuerdo de patio de colegio. Al preguntarle por sus virtudes en el campo, Gento respondía como lo haría cualquier chaval que juega al fútbol: «Driblar y tirar zambombazos». ¿Y un defecto? El mismo que un niño: «Dicen que miro mucho al suelo».
Eso es el fútbol: once contra once detrás de la pelota, con el Real Madrid campeón de Europa y, por la banda izquierda, corre Paco Gento, la Galerna del Cantábrico. Y ahora, en su muerte, se ha frenado por última vez.
Foto de portada: Real Madrid / El Mundo