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Sucedió el 6 de julio de 2017, en Pamplona. El alcalde bildutarra de la ciudad saludó los Sanfermines izando una ikurriña en el ayuntamiento, a lo que una anciana de 88 años respondió ondeando una bandera de España desde el balcón de su casa. La mujer se llamaba Silvia Baleztena Abarrategui y era una leyenda viva del carlismo, casi desde el día en que nació.

Su padre, Ignacio Baleztena Ascárate, conspiró contra la República y tomó parte activa como requeté en el alzamiento del 18 de julio. Nunca lo negó. Como tampoco negó refugio en su casa a insignes republicanos, franceses de la resistencia y judíos perseguidos por los nazis. También promovió el vascuence, inventó el riau-riau y compuso la letra del Uno de enero, medallas que ya les hubiera gustado lucir a aquellos que de la familia Baleztena no hubiesen dejado ni la semilla.

Y todo por saberse, sentirse y mostrarse navarros y españoles. Como durante aquellos Sanfermines que se hicieron virales, con Silvia de trending topic. O verano tras verano en la muy batasuna Leiza, donde la familia tenía una casona, desde cuyo balcón desplegaba una bandera de España el día de fiesta mayor. O la vez que con nocturnidad y alevosía los de Jarrai les pintaron a las puertas Gora Eta y los hermanos Baleztena se aprovisionaron de brochas y botes de pintura y decoraron de rojo y amarillo la herriko taberna, a plena luz del día.

Silvia Baleztena Abarrategui -Silvita para los que la quisieron, muchos más que los que la odiaron- ha muerto a punto de los 90. Digna hija de su padre, margarita valiente de la legitimidad proscrita, de ella puede decirse que fue guapa, católica y sentimental. Una mujer de bandera.