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Cuenta fatal los chistes, comenzándolos por el final. Ríe con estrépito, para susto de los comensales varias mesas a la redonda. Como acreedor hay que perseguirle para que te mande la factura esa que le adeudas desde hace meses, cuando debería ser al revés. Se hable de lo que se hable, él defiende la posición minoritaria, por el placer de llevar la contraria. Le presentas a un moderadito dispuesto a financiar alguna de sus expediciones, y cuando parece a punto de tirar de talonario, va el Greystoke redivivo este y, sin venir al caso, se declara carlista, arruinando la operación por Dios, por la patria y el rey.

Si ves su nombre en la pantalla del móvil, mejor aleja el auricular de la oreja, no sea que te deje sordo (¡¡¡Gooonzaaalooo!!!). De pronto, en mitad de la conversación, baja la voz, hasta hacerla un hilo: es porque Soros está escuchando. Si la llamada es pocos días antes de tus vacaciones de verano, directamente no respondas: el rubio gigantón te convencerá de que renuncies a tu merecido descanso para unirte a él en una aventura larga y fatigosa en la que solo hay dos duchas garantizadas: la del día que sales de casa y la del día que regresas.

Los inicios del proyecto

La primera vez que entrevisté a Telmo Aldaz de la Quadra Salcedo me habló del capitán Etayo, con quién de joven grumete -corría 1992- había cruzado el Atlántico a bordo de unas naves réplica exacta de las de Colón. “Era el aventurero puro, sin marketing”, me dijo Telmo de Etayo. Y yo pensé: “igualito que tú, sí”. Desde la improvisada oficina en el garaje de su casa de El Plantío, Aldaz ultimaba los detalles de una de las primeras ediciones de España Rumbo al Sur. Eran tantas las empresas privadas y los organismos públicos que financiaban el proyecto que sus nombres apenas cabían en las camisetas de los jóvenes expedicionarios. Me dio por malpensar, vaya, que Telmo era un aventurero de palo, cuando no un caza subvenciones. Qué equivocado estaba. Qué poco le conocía.

Foto: Jose Cuesta/ERS

La crisis de 2007, la de las subprime, quitó hasta al mejor dispuesto las ganas de emprender nada, mucho menos de patrocinar algo. Telmo, en lugar de echar el cierre a España Rumbo al Sur, decidió seguir adelante, co-dirigiendo el proyecto con Isabel Ussía, su mujer. A partir de entonces, monitores y profesores no cobrarían por su trabajo, imputando su esfuerzo a la casilla del voluntariado. Las ayudas de la Fundación Mutua Madrileña, siempre fiel a España Rumbo al Sur, no alcanzaban para financiar la totalidad de los costes. Los chicos y chicas de la expedición, adolescentes en los dos últimos años de colegio, tendrían que costearse parte del viaje. No pidiéndoselo a sus padres, sino por emprendimiento propio. Este verano se ha celebrado la edición número 15. Podemos hablar de éxito contra todo pronóstico.

Un cambio de planes

La peculiaridad este 2020 es que España Rumbo al Sur no ha viajado a África, como todos los veranos (el coronavirus, qué les vamos a contar). Era aplazar el viaje a Ruanda hasta el verano que viene o planear algo dentro del límite de las posibilidades. La práctica totalidad de los expedicionarios eligieron lo segundo, comprometiéndose la organización a reservarles la plaza la próxima edición. El destino sería Cádiz y Huelva, separadas pero unidas por el Coto de Doñana. El lema de la edición, “En busca de la Atlántida”.

La culpa la tuvo Platón, que en uno de sus diálogos situó la Atlántida más allá de las Columnas de Hércules. De entonces a hoy, exploradores de todo tiempo y lugar se han empeñado en buscar esa civilización perdida pasado el Estrecho de Gibraltar. Sin éxito. Aldaz no iba a tener mejor suerte, más que nada porque no se trataba la suya de una empresa arqueológica.

Puede que los chicos y chicas de España Rumbo al Sur hayan sido declarados exentos del pico y la pala, pero lo suyo este verano tampoco han sido unas vacaciones al uso: dormir al raso todas las noches, levantarse al alba, ejercicio físico antes del desayuno, orden cerrado bajo un sol que partía las piedras, marchas kilométricas, recogida de residuos, charlas formativas con oportunidad o sin ella… Tanto esfuerzo les mereció la pena, a juzgar por cómo se despedían unos de otros al llegar los autobuses a la plaza de los Sagrados Corazones, frente al Bernabéu. Viéndoles, qué gran verdad esa del Eclesiastés: “Regocijaos -oh, jóvenes- en vuestra juventud”.

Foto: Jose Cuesta/ERS

Los jóvenes y los «no tan jóvenes»

Respecto a los no tan jóvenes, en cuyas filas ya milito, solo estoy autorizado a hablar en mi nombre, por muy cronista que haya sido de la edición 2020 de España Rumbo al Sur. Me limitaré a confesar que es una alegría ser amigo de Telmo Aldaz de la Quadra Salcedo a una edad en la que, a Dios gracias, va quedando lejos la funesta manía de mitificar a las personas y las cosas. Años atrás, habría escrito de él que era clavadito a los conquistadores del tiempo español, cuando los dioses nacían en Extremadura. Releyéndolo hoy, experimentaría vergüenza propia.

Sí diré, como copiloto ocasional de su pick-up, que le he visto al volante negociar con el móvil en altavoz gestiones predestinadas al fracaso felizmente resueltas, tanta es su persistencia y su capacidad de persuasión. También, lo que de él cuentan los veteranos de Rumbo al Sur: que en África adentra a la expedición por dominios apenas visitados por el hombre blanco. Solo por comprobarlo, si el verano que viene, poco antes de mis vacaciones, veo su nombre en la pantalla de mi móvil, no dudaré en contestar su llamada, por más que me deje zumbando los oídos: “¡¡¡Gooonzaaalooo!!!”.