En febrero de 2019 la revista The Chap cumplía 20 años desde su creación y lanzaba su publicación número 100 con el comediante Terry Thomas en portada como paradigma del gentleman.
Un tiempo atrás Gustav Temple, ideólogo del movimiento, sufría un varapalo emocional al leer la reacción de un seguidor ante una foto que aparecía en la versión online de su criatura. En ella, un chap cualquiera con traje, sombrero y semblante apuesto exhibía una actitud de ocioso paseante. Bajo la foto, el comentario que Temple querría no haber leído nunca: ”¿Se trata de Jacob Rees-Mogg?”.
Una vez recuperado del exabrupto, el quincuagenario fundador de la edición explica cuan desafortunado resulta que destacados miembros del partido de los tories hayan secuestrado en el imaginario popular la figura del dandi, del caballero atractivo con un punto poco convencional.
Y es que hay dos mundos, a priori irreconciliables, entre los que pivota el ideario Chap. Por un lado tenemos un inevitable elemento conservador, good looking, en el que podríamos encuadrar a los políticos mencionados anteriormente, pero, por otra parte encontramos vanguardia, dandis errantes, extravagancia… Al final se trata de reunir en un solo tipo la fascinante mezcla de valores tradicionales y estética refinada con el glamour y el toque disoluto. The Chap reivindica al dandi anárquico en su credo. Su profeta sería John Steed, el popular personaje de la serie de espionaje The Avengers (1960).
La misión que se arrogó Temple fue la de traer elegancia y distinción a un mundo que, ya a finales de los noventa, sentía como plano y desaliñado y que dos décadas después poco ha mejorado, o, al menos, no al ritmo al que lo ha hecho la cuenta corriente de Gustav. Mientras, él bromea -orgulloso- sobre su influencia en el hecho de que ahora se pueda comprar un traje de tweed en Primark.
Uno de los estragos del signo de los tiempos consiste en una especie de desvanecimiento de la figura del caballero. Eso, cuando no es directamente objeto de burla, odio o ridiculización. Sin embargo, según Temple, rechazando al caballero también se rechaza a Terry Thomas -el arquetipo del caballero inglés de clase alta- o a David Niven. Y no existe nadie más cool que David Niven.
Frente a cincuentones con sudaderas, pantalones de explorador y sandalias, The Chap propone trajes bien cortados, bastón, sombrero y buenos accesorios como una corbata, un pañuelo de bolsillo, un bigotillo bien cuidado y un Bristol 411. De hecho, son los detalles los que diferencian al impostor -con un traje nuevo de la mencionada cadena de ropa irlandesa- del connaisseur con agallas suficientes como para adentrarse en el mundillo de la búsqueda del perfecto traje vintage, firmado por Henry Poole y a menudo vendido en subastas.
Treintañeros con nostalgia eduardiana
Entre los jóvenes el traje está en auge. El casual friday de las empresas ayudó a su estigmatización como vestimenta de oficina y, ciertamente, no era considerado un elemento moderno del guardarropa. Gustav Temple denuncia que siempre ha habido algo unhip en un traje de tweed. Sin embargo, él mismo admite que el mérito de esta reconsideración por parte de individuos en la treintena se debe, más que a su proyecto, a series como Peaky Blinders. De hecho en la página de The Chap Magazine destaca, con más de 24.000 visitas, un artículo de 2016 dedicado a ayudar a aquellos que quieran emular -en lo sartorial, claro- a los matones de Birmingham.
En sus inicios, el movimiento Chap se nutría de hombres de mediana edad, raramente por debajo de los 30. Ahora esto ha cambiado y cada vez hay más jóvenes que rechazan la cultura en la que han crecido, sobre todo en lo tocante al mundo digital. Se trata de surfear la ola de la modernidad en todos sus aspectos. Por tanto, la filosofía chap no tiene que ver sólo con una manera de vestir, ni siquiera de mirar al pasado con nostalgia, de reivindicar el espíritu de los “good old days”. La idea es la de traer el pasado a nuestros días, de ser contemporáneos. Todos los movimientos culturales sienten nostalgia de lo no vivido y miran atrás, concretamente, a dos décadas atrás. Los 60 hacen guiños a los 40 y los 40 a los locos años 20 del mismo modo que los 70 estaban obsesionados con los 50 y los Teddy Boys. Sin embargo, los chaps quieren recuperar para nuestros días las maneras del auténtico caballero inglés, ése que flota en el imaginario colectivo.
Acción callejera
Que el movimiento Chap responde a una reacción ante corrientes de pensamiento dominantes queda claro en su reivindicación de la masculinidad, el clasicismo en el modo de vestir, las raíces y la tradición. Y en las causas por las que luchan.
Porque los Chaps han organizado protestas de diversa índole entre las que destaca la espectacular manifestación contra la inauguración de una tienda de Abercrombie & Fitch en Savile Row. Los adeptos a este movimiento se negaban a que la cuna de la sastrería inglesa -donde se confeccionó el uniforme con el que el almirante Nelson murió en Trafalgar o donde Eduardo VII inventó el esmoquin- fuera mancillada con la apertura de ese templo al “empleado semidesnudo y el logo pegado con pegamento a las camisetas” que es A&F. Con pancartas y consignas como “Give Three-Piece a chance” (dadle una oportunidad al traje de tres piezas) coreada con la música de la canción de los Beatles “Give peace a chance”, un puñado de hombres y mujeres vestidos como para rodar un capítulo de Downton Abbey hicieron lo que se esperaría de Albión: apoyar la tradición de manera divertida y excéntrica.
Manifiesto
La página web de The Chap nos saluda con un desafiante “amplía tu mente, refina tu armario” pero, sin duda, es su Manifiesto el que ayuda a darse cuenta del tono humorístico, y en ocasiones delirante, del movimiento.
Redactado en inglés bíblico y como si de las Tablas de la Ley se tratara, desde él se conmina al aprendiz de caballero neovictoriano a usar tweed, puesto que es el tejido que da un aire distinguido -y por tanto evita que a uno se le sirva cerveza continental en un descuido-, a fumar Cavendish tobacco para pipa, a ser cortés con las damas, a saludar con el sombrero, a llevar el botón inferior de la chaqueta desabrochado -en honor a Eduardo VII-, a dejar crecer el vello facial -bigote, nunca barba-, y a planchar los pantalones del traje. A abjurar del slang y de los pantalones vaqueros.
Gustav Temple es autor del libro El manifiesto Chap (2001), que permite profundizar en el decálogo, pero si aún así le surgen dudas sobre si usted es un verdadero chap, la página ofrece una sección llamada “AM I CHAP?” a la que puede enviar sus fotos y aguardar el veredicto. Eso sí, no espere clemencia. Lo más probable es que si usted pregunta si desean saber de dónde es su traje, le contesten con un sarcástico “No, thanks”.
Business is business
Además de El manifiesto Chap, Temple es autor de otros 5 libros -entre los que destacan Cocina para Chaps (2014) y Cómo ser un Chap (2016)-, editor de la revista desde 1999 y un notable organizador de eventos que, como él mismo reconoce, tienen como objetivo principal la “venta de tickets”.
La indiscutible transgresión que supone la vuelta a lo clásico hace que sus, a menudo disparatadas, convocatorias resulten exitosas. Así pues, nostálgicos ataviados con sus mejores galas vintage disfrutan de las Olimpiadas Chap en las que se puede presenciar o participar en luchas de paraguas, lanzamientos de sandwiches de pepino o carreras de coches antiguos.
No se quejen, otras tribus urbanas, como los Steampunks, no se quedan atrás. El Weekend at the Asylum es un evento que tiene lugar en Lincoln (Inglaterra) en el que jóvenes exhibiendo ropajes victorianos simulan que sus Iphones funcionan a vapor.
Las fiestas que organiza The Chap también son una oportunidad para beber cócteles dickensianos y bailar al ritmo de los dos volúmenes editados por la publicación. Adivinen.
En efecto, se trata de los vinilos de la banda sonora de Peaky Blinders, que lejos de caer en la tentación de quedarse anclados en la Primera Guerra Mundial transportan a David Bowie o a Nick Cave de vuelta a los años 20 del siglo pasado.
Pero The Chap no es solo cosa de chaps; las chappettes, como se conoce a las féminas seguidoras del movimiento, participan entusiastamente en las convocatorias festivas, incluso aquellas que -cosas de la posmodernidad-, habían cubierto sus cuerpos de tatuajes y ahora, con sus delicados tea dresses, parecen auténticas rockabillies.
Pero, qué duda cabe de que la cultura, el arte y las corrientes nostálgicas son excelentes coartadas para aumentar el consumo y en el caso que nos ocupa no iba a ser menos. En un vistazo rápido a la tienda online de The Chap encontramos a la venta ocho tipos de pañuelos de bolsillo, cera para el bigote, navajas y utensilios de afeitado, gemelos y hasta una marca propia de colonia y aseo personal: Flâneur.
Internacionalización del fenómeno: los paseantes
Los bocetos parisinos de Baudelaire en Las flores del Mal muestran como nadie la paradigmática figura del flâneur. El poeta agrega al dandi otro arquetipo de la metrópolis en el XIX; aquel que deambula por la ciudad, la pasea. En definitiva, camina, observa, medita.
Decía Balzac que la vida elegante solo era posible sin trabajar y el flâneur hace del tedio vital la causa para su peregrinaje errante.
En sus inicios, la revista se posicionó entre la vanguardia de otros proyectos más o menos alocados pero ahora todo tiene más que ver con lo que pasa alrededor de la publicación. De hecho, sus eventos han conseguido internacionalizarse gracias las convocatorias “Flâneur”. Gustav Temple da una vuelta de tuerca al concepto de paseante y transforma esta actitud solitaria y ensimismada en oportunidad. Organiza paseos multitudinarios en capitales, sin rumbo fijo, al más puro estilo de los paseantes parisinos, como manera de reivindicar una vida sin medios de comunicación, en contra de las aglomeraciones, de las citas, de lo predeterminado.
Es en la primera de estas “quedadas” cuando Temple recibe la petición de unirse a ellos desde Düsseldorf. Y después, sorprendentemente, desde Los Angeles.
Con todo, Temple no se olvida de España en su revolución anarco-dandi. No en vano, el periodista creció en Mallorca y vivió un tiempo en Sevilla. En un mundo donde se mira con lupa el gramaje del tweed, los milímetros de las solapas y los cada vez más menguantes cuellos de camisa, los zapatos de rejilla españoles para el verano son un accesorio muy cotizado.
Por si fuera poco, en The Chap Magazine, la revista de corte New Traditional de Temple, dedican un excelente artículo al origen de la chaqueta Teba, confeccionada en Savile Row para el rey Alfonso XIII y llamada así en honor a su amigo D. Carlos Mitjans Fitz-James Stuart, conde de Teba.
Los novelistas victorianos exponen el esnobismo para revelar los males que aquejan a la burguesía inglesa, pero, si bien es cierto que ese esnobismo es parte de la elegancia, por un sencillo corolario, la elegancia tiene algo de saber reírse de uno mismo. ¿Se les ocurre mejor forma de practicar el sentido del humor inglés que hacer de su vida un continuo retorno a Brideshead?