¿La verdad? No hemos comprobado si el rubio malote de ‘Karate Kid’ tiene cuenta en Parler. A las horas en que tecleamos esta historia, pende sobre la red social la amenaza del apagón, debido a la conjura de Apple, Google y Amazon. No hemos querido comprobar si Johnny tiene cuenta en Parler por ahorrarnos el disgusto de ir al sitio y constatar que se ha consumado el atropello por parte de las big three de Silicon Valley. Pero no hemos venido a hablar de Parler (pronto lo haremos, y también de Gab). Hemos venido a hablar de Johnny Lawrence, campeón indiscutible de ‘Cobra Kai’.
Lo que empezó siendo una buena idea, reunir a los protagonistas de ‘Karate Kid’ treinta y tantos años después en una serie, ha resultado ser además una idea muy rentable. Ante el éxito de la primera y la segunda temporada en YouTube Premium, ‘Cobra Kai’ pasó a emitirse por Netflix, que acaba de estrenar la tercera entrega, también con enorme éxito. Desde el minuto uno del episodio cero de la serie, el público ha mostrado sus preferencias y simpatías, no por el triunfador Daniel LaRusso, sino por el perdedor Johnny Lawrence.
Y eso que Johnny lo tiene todo para ponerse en el punto de mira de la cultura de la cancelación: es hombre, es blanco, es heterosexual (muy heterosexual) y forma parte de la clase trabajadora. Probablemente, votó por Trump en 2016 y haya vuelto a hacerlo en 2020, sin el entusiasmo suficiente, eso sí, para cabrearse por la victoria de Biden y conducir su Dodge Caravan del 93 desde el Valle de San Fernando, en Los Ángeles, hasta Washington D.C. para protestar.
Cosas de pringaos
Es seguro que asaltar el Capitolio disfrazado de Jamiroquai le parece a Johnny Lawrence cosa de pringaos. ¿Pero qué no se le parece? La lista es infinita: ligar por Facebook, hablar por el manos libres, los restaurantes veganos, la cerveza light, comer sushi con palillos (o, directamente, comer sushi)… Hasta llevar collarín por caerte de un segundo piso en una pelea de instituto le parece de pringaos. Incluso la cosa esta de la batalla cultural se lo debe de parecer.
La idea de cultura que maneja Johnny Lawrence es un concierto de Dee Snider (hace un cameo en la tercera temporada), la edición anual de macizas en trajes de baño de la revista Sports Illustrated y una buena competición de monster trucks. Por otro lado, ¿para qué tratar de hacer valer tus ideas en el debate público, si puedes romperle de un cabezazo la nariz a un tío en un bar a cuenta de una discusión por el mando a distancia de la tele?
Un tío auténtico
Siendo este el personaje, ¿Qué le hace tan entrañable? Su autenticidad. En una serie, ‘Cobra Kai’, en la que ninguna minoría social, por pintoresca que sea, queda fuera de plano, de cada uno de los planos, Johnny Lawrence es el único personaje creíble. Las barras de los bares del mundo están llenas de tíos duros como él, puteados por la vida y desahuciados por la globalización, sin miedo a llevar la contrario en alto, botellín en mano, al tío del telediario. Total, la esperanza fue lo último que perdieron.
Johnny Lawrence, aquel niño rico de Encino Hills que hoy malvive en un cuartucho de Reseda, lo ha perdido todo, lo más importante, a su hijo Robby. Es su empeño por recuperarlo lo que le hace creíble al público y, más importante, lo ennoblece. Porque Johnny quiere cambiar. Busca superar su pasado de matón de instituto, aún a costa de renunciar a los buenos recuerdos, como aquel fin de semana en Reno con sus colegas, cuando la liaron con unas maduritas calientes. Es enternecedor ver cómo Lawrence la caga cada vez que está a punto de lograrlo. No hay aventura que no termine en el punto de partida: el hospital, para que le den puntos de sutura, o la comisaría, donde ya es un viejo conocido.
Buscando su redención
En su camino de redención, Johnny se patea los bajos fondos de Los Ángeles, en los que se siente como pez en el agua. Pero también los círculos más exclusivos de la ciudad, donde no es ningún extraño (insistimos en que fue un niño pijo de las colinas). El Club de Campo de Encino Hills es el escenario del reencuentro entre él, Ali, el amor no correspondido de instituto que le lleva a hacerle la vida imposible a LaRusso en ‘Karate Kid’, y LaRusso mismo.
Es Ali quien le dice a Johnny que tiene un gran futuro por delante, a sus cincuenta y tantos. Antes se lo ha dicho Carmen, la hermosa hispana que tiene por vecina. Con Carmen el rubio malote tiene algo más que un rollo de una noche, lo que le inhabilita para engrosar las filas de los supremacistas blancos, esos frikis. Mejor. Su sitio en la vida no es ese, sino enseñar a los chicos karate, hacer de ellos tíos duros sin renunciar al honor y la piedad, en pocas palabras, ser su sensei. Y da igual si le cierran el dojo por impago del alquiler. Les entrenará en un parque, si hace falta. Cualquier cosa antes que hacerlo por TikTok. Que para Johnny Lawrence, las redes sociales -incluida Parler- son cosa de pringaos.