Sus papeles pintados se han convertido en un icono del interiorismo inglés: piénsese, por ejemplo, en el salón en el que desayunan en El hilo invisible. Pero los papeles pintados y los textiles son sólo una pequeña representación de lo que engloba el nombre de William Morris. Su obra se extiende desde la poesía hasta la maquetación de libros y la tipografía pasando por la decoración de interiores, las vidrieras y el mobiliario. Fue también un conocido activista social y una figura clave en el movimiento Arts&Crafts; su modelo de producción artesanal chocaba con el enfoque de la era victoriana y la revolución industrial. Toda su creación estuvo enmarcada por el sentido profundo de una ideología en la que el arte era una pieza clave para el bienestar y la salvación de una sociedad decadente.
Aunque nació en Londres, el éxito financiero de su padre motivó que se mudaran a una casa en el campo, en Essex. Allí, Morris gozó de una infancia privilegiada en un entorno idílico, rodeado de sus hermanos, leyendo mucho y explorando aún más los alrededores. Este ambiente contribuyó sin duda a potenciar su afinidad con la naturaleza, el paisaje, los construcciones locales y las novelas históricas -más adelante, afirmaría que “la mano del artesano es guiada para trabajar de la misma forma que la naturaleza hasta que la tela, la taza o el cuchillo se vean tan naturales, mejor, tan hermosos, como el campo verde, la orilla del río o el pedernal de la montaña”. La muerte prematura del padre le dejó pronto una herencia suficientemente grande como para que nunca tuviera que preocuparse por tener ingresos.
Inquietudes tempranas
Al terminar el colegio, Morris fue a Oxford a estudiar Teología con la idea, que no consumaría, de ordenarse. En Oxford conoció a Edward Burne-Jones. Este le presentó a un grupo de estudiantes llamado ‘The Brotherhood’: leían novelas de caballeros medievales, pero también libros de reformistas contemporáneos como John Ruskin, Charles Kingsley y Thomas Carlyle. Estas lecturas despertaron en Morris la inquietud de buscar alternativas al sistema industrial deshumanizante que producía objetos antinaturales y de mala calidad y que provocaba un gran impacto social. Tras la universidad, interesado por la Arquitectura, empezó a formarse y a trabajar en el despacho de George Edmund Street, el principal arquitecto neogótico del momento. Sin embargo, no mostró mucho talento para ello y durante ese tiempo se dedicó mayormente a crear y producir una revista que sirviera de medio para difundir tanto sus escritos como los de sus compañeros. En Oxford, conoció a la bellísima Jane (se convertiría en su musa y en el modelo idealizado de belleza para los prerrafaelitas), hija de un mozo de cuadra, con la que se casaría, consciente de estar rompiendo las normas sociales. Para su nueva vida familiar, llevó a cabo el diseño y la construcción, de la mano del arquitecto Philip Webb, de una casa de “espíritu medieval” en el campo, conocida ahora como Red House. Morris y su esposa, ayudados por compañeros de su círculo artístico, decoraron el interior creando ellos desde los paneles pintados para la pared hasta el mobiliario. Del éxito del trabajo realizado, nació su propia empresa de interiorismo, una cooperativa en la que se rechazaba firmemente la industrialización. Al cabo de unos años, Morris pasaría a ser el único director de la compañía. Demostró un hábil talento empresarial; continuó diseñando a buen ritmo, abrió una tienda en Oxford St, importaba, recibía encargos de la realeza, y logró comprar una fábrica textil que le permitió reunir todos los talleres en un lugar en el que supervisar él mismo la producción.
Compromiso político
Conmovido por las injusticias sociales, en la década de 1880, Morris se convirtió en un comprometido activista socialista, con influencias del marxismo y del anarquismo. Fue miembro fundador de la Liga Socialista. Su fama lo protegía de las sanciones de un establishment que desaprobaba sus políticas, sus discursos públicos y su participación en las manifestaciones.
Belleza cotidiana
Al final de su vida, fue centrándose cada vez más en la escritura. En 1890, publicó Noticias de ninguna parte, libro que deja entrever muchas de sus ideas sobre política, arte y sociedad. Se trata de una novela de ciencia ficción que presenta una ciudad del futuro en el marco del socialismo utópico combinado con un acercamiento a la naturaleza: en ella, todo el mundo disfruta del “placer” del trabajo. Al año siguiente, Morris fundó Kelmscott Press con la intención de publicar libros ilustrados de edición limitada. La editorial produjo un total de sesenta y seis libros, maquetados y encuadernados en un estilo medieval, con la tipografía, las iniciales y los bordes diseñados por Morris.
William Morris creía en la importancia de crear objetos bonitos y bien hechos para la vida cotidiana. Además, su producción debía permitir al creador permanecer conectado tanto con el producto como con las demás personas. Es en el pasado, especialmente en el medievo, donde encuentra modelos mejores y más sencillos de producción: Morris abogaba por un sistema de talleres a pequeña escala. Más que la oposición radical al uso de las máquinas, veía que con la división del trabajo en pequeñas tareas aisladas, en pos de la eficiencia, se traducía en trabajadores poco satisfechos ya que tenían un contacto muy débil con el resultado final.
El buen arte
William Morris creía en la creación del buen arte -las bellas artes y la artesanía- como fuente de placer y de educación. Entendía que la libertad es un requisito para que el artista cree ese buen arte y que sea este un arte que haga “el esfuerzo del autor, feliz y el descanso de la gente común, fructífero”. Es decir, el arte educa y debe potenciar la belleza, la calidad e incentivar el descanso y, por lo tanto, el trabajo.
Las ideas de Morris y su figura influyeron enormemente en el movimiento Arts & Crafts, que nació como reacción tanto a los nocivos efectos de la revolución industrial como al bajo prestigio de las artes decorativas. Buscaban reformar el diseño y la producción de todo, desde una alfombra a una casa. Apostaban por un estilo de vida más sencillo y consciente, por fomentar la artesanía tradicional, su vínculo con la naturaleza y la necesidad de crear objetos que fueran a la vez útiles y bellos.