Si pensamos en la película sobre boxeo más emblemática de la historia, o en la que mayor legado ha dejado en la cultura popular, siempre aparece el mismo filme: Rocky. Todos simpatizábamos, en especial en el metraje con el que abría la saga, con el bonachón personaje al que Sylvester Stallone daba vida.
No podíamos evitar sentirnos motivados ante el camino de superación personal, de arrojo y pundonor de los que el púgil de Filadelfia hizo demostración en el metraje. Admirábamos a Rocky. Sin embargo, otro de los personajes se diferenciaba del resto y con su carisma y estilo llenaba la pantalla cada vez que aparecía: Apollo Creed.
Rocky frente a Apollo
Cuando Sylvester Stallone se refiere a la película que le abrió las puertas de Hollywood, la consigna siempre es la misma: «Rocky nunca ha sido una película de boxeo, sino sobre el triunfo personal». La inspiración para escribir el guion de Rocky (1976) le llegó a Stallone tras asistir al combate entre el underdog Chuck Wepner -un hombre que no parecía ni boxeador, con un estilo tosco y en el ocaso de su carrera- y Mohammed Alí el 24 de marzo de 1975 en el Richfield Coliseum de Ohio. En él, Wepner llegó a mandar, contra todo pronóstico, a la lona a Alí en el noveno asalto, aunque el mítico boxeador acabó ganando la pelea en el decimoquinto por TKO. Ahí está la inspiración, muy evidente en la película, de Rocky y Apollo.
En efecto -y matizando las palabras de Stallone-, Rocky no es una película deportiva, pues el peso que tiene el deporte en el metraje se reduce sólo a algunos segmentos de los entrenamientos y a los combates del inicio y el final. Rocky sí que es una historia «sobre el triunfo personal», pero en tono de drama, donde priman las relaciones sociales. Narra la historia de las clases bajas norteamericanas, las que viven en los barrios marginales y que son ajenas a los cambios económicos de Estados Unidos. Esas personas son los olvidados, a los que los políticos no apelaban en sus discursos. Tal perfil es el que encarnan la mayoría de los personajes de la película a través de las espectaculares actuaciones que realizaron sus actores: Rocky, Adrian, Paulie y Mickey.
Las relaciones sociales entre ellos son las que marcan la atmósfera de la película y el boxeo permanece, durante casi los primeros 100 minutos, como un telón de fondo. A lo largo de ellos, vas empatizando con Rocky. Su historia te motiva: pasa de ser el matón de un prestamista y a pelear “por unos cuantos pavos” en antros de poca monta a tener su propia redención, a seguir su camino del héroe.
Quiero ser como Apollo Creed
Ahí es cuando aparece el personaje de Carl Weathers, su inmortal Apollo Creed. Cuando eres más joven y ves la película por primera vez, no empatizas con él; incluso lo llegas a detestar. Apollo representaba el obstáculo insalvable para que Rocky pudiera ascender al Olimpo, el triunfo de un sistema oficialista que, ante la duda, favorece al poderoso. Como se ve cuando, al final de la película, Apollo se impone a Rocky por decisión de los jueces del combate.
Cuando creces y has visto tantas veces la película que no puedes decir el número exacto, ya no quieres ser como Rocky. Ahí piensas: quiero ser como Apollo Creed. El personaje de Creed es puro talento, carisma y espectáculo. El también representó el american dream, algo que se confirma en Rocky III (1982) -donde también deja la famosa frase del “eye of the tiger”-, cuando se amplía su historia: de nacer en los bajos fondos de Los Ángeles a ser el mayor campeón de la historia del boxeo.
“I want you, I want you!” con esa frase, y vestido del Tío Sam, Apollo hizo su primera y su última entrada a un cuadrilátero en la saga, dejando emblemáticas escenas tanto en el Spectrum de Filadelfia como con el Living in América de James Brown en Las Vegas ante el temible Iván Drago. Y con esa actuación que, en muchos sentidos, opacaba la de Stallone, se convirtió en uno de los personajes más queridos de la cultura popular.
El actor que le dio vida, Carl Weathers, destacó después de la saga de Rocky como secundario en Depredador (1987), junto a Arnold Schwarzenegger, y compartió pantalla con Sharon Stone en Action Jackson (1988); incluso participó en 2019 en la serie The Mandalorian. Falleció el pasado jueves y, pese a no tener una carrera de grandes blockbusters, puedo afirmar, sin ningún temor a equivocarme, que ha obtenido la inmortalidad gracias a su mítico Apollo Creed, de quien ya lloramos su muerte en Rocky IV (1985). Que la tierra te sea leve, Apollo.