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Este año la ciudad húngara de Veszprém y la región del lago Balatón se cuentan entre las Capitales Europeas de la Cultura. Desde que la actriz y ministra griega Melina Mercouri (1920-1994) crease el título de Ciudad Europea de la Cultura en 1985, el programa, con el nombre ligeramente modificado, es una de las grandes acciones culturales de la Unión Europea. La verdad es que la Dirección General de Educación, Juventud, Deporte y Cultura, que es el departamento de la Comisión Europea que gestiona el proyecto, no podía haber escogido un lugar más idóneo para este año tan tormentoso.

Pocos lugares de nuestro continente representan el espíritu humanista como la antigua ciudad cuyo obispo coronaba a las reinas de Hungría. Si Esztergom es la sede del primado de Hungría, en 1009 Veszprém fue la primera sede de un obispo. Por estos paisajes paseaba Santa Gisela (985-1065), la esposa del rey San Esteban (975-1038), primer rey de Hungría, cuya capilla del siglo XIII es uno de los tesoros medievales de la ciudad. Aquí, por cierto, fue donde el ejército del rey santo derrotó en 997 a Cupan, que se alzó en armas contra el rey y defendía el culto pagano de los antiguos magiares.

El viajero no visitará Veszprém en vano. La colina del castillo, que en realidad es hoy un conjunto de elegantes edificios señoriales, domina la vista de la ciudad. Estamos en el espacio de la monarquía danubiana. Uno puede dar un paseo por el casco antiguo, que no ha perdido su encanto medieval a pesar de que la ciudad fue pasto de las llamas en 1276, cuando las tropas de Pedro I Csák (1240-1283/84) la asaltaron y saquearon el tesoro de la catedral.

La historia de Veszprém es la historia de Europa

Interior de la Archiabadía de Pannonhalma

Ciertamente Veszprém ha tenido una historia algo atribulada. Los Habsburgo y los otomanos se la disputaron desde 1526, el fatídico año de la batalla de Mohacs y el hundimiento del reino de Hungría, hasta la derrota otomana de 1684. No se libró del saqueo a manos de las tropas del sultán en 1552. Cuando contemple usted la coqueta catedral de San Miguel o se acerque hasta los muros del castillo, no olvide que en esta región se decidió, entre los siglos XVI y XVII, el futuro de nuestro continente. Si los otomanos hubiesen vencido, hoy todo sería muy distinto.

Por eso, no deja de tener cierto sentido que Veszprém sea, en este año, una de las referencias de nuestra cultura europea; por ejemplo, de la música. Allí donde hay húngaros, hay violines, bailarines y pianos. Quizás por eso acoge el VeszprémFest, un deslumbrante festival de música al que este año acudirán Anna Netrebko, Yusif Eyvazov, Álvaro Soler y Mariza, y el Festival Leopold Auer, dedicado en exclusiva al violín, la viola, el chelo, el bajo y el piano. Los amantes de la danza no deberían perderse el festival que se celebra anualmente en el teatro independiente Pannon Várszínház.

Aunque Hungría no tiene mar—si bien lo tuvo en otro tiempo, ya lo contaremos—tiene el lago Balatón, cuyos 197 kilómetros de costa y 597 kilómetros cuadrados lo convierten en el padre de los lagos centroeuropeos. Aquí huyen los húngaros de los calores del estío y, no lejos de aquí, tuvo lugar el célebre Pícnic Paneuropeo del que ya dimos cuenta en estas páginas. Este año, también la región del Balatón comparte con Veszprém la capitalidad cultural europea. Es una zona de viñedos que hará las delicias de los interesados por la gastronomía y la enología. El visitante de Veszprém hará bien en dirigirse a la delicada Tihany, en cuyo centro se alza una abadía benedictina de más de mil años. La fundó en 1055 el rey Andrés, que yace enterrado allí mismo. A esta abadía se refieren las primeras palabras que se conservan en húngaro, aunque el documento se custodia en la Archiabadía de Pannonhalma, a la que siempre deseamos volver. El edificio que hoy se yergue ante nuestros ojos, sin embargo, es una joya barroca del siglo XVIII.

La alta cultura europea

Lago Balatón

Todo viaje a Hungría es, de algún modo, un regreso a las raíces de la cultura europea. La tradición humanística de las abadías, el urbanismo de los Habsburgo, la devoción por la música y los cafés de Europa Central tienen aquí una de sus fuentes y símbolos. Esta tierra es una encrucijada donde, como en España, se unen Oriente y Occidente. Desde aquí se llega a todas partes: a Viena, a Praga, a Budapest, a Belgrado, a Bucarest, a Kiev… Mientras no lejos de aquí se libra un conflicto que no deja de tener, una vez más, algo de guerra civil europea, Veszprém y la región del lago Balatón simbolizan la alta cultura europea, es decir, lo que tenemos en común todos los que vivimos aquí. Hay lugares a los que uno viaja para ver qué hay y hay sitos a los que se va para recordar lo que somos. Veszprém y la región del Balatón comparten esta doble condición y este doble destino.

No dejen de visitarlos este año.